Una conocida cadena de televisión norteamericana es famosa por inventar noticias. Ese ha sido su negocio; y ya se trate de gobiernos republicanos o demócratas en el poder, su estrategia es la misma. Pareciera que sus vínculos trascienden la estructura superficial de los presidentes, y responde, más bien, a grandes intereses corporativos en aquel país.
La contraparte de la estrategia de aquella cadena televisiva es, por supuesto, el ocultamiento de información al más alto nivel del Gobierno norteamericano y de otros países del orbe. Hace muchos años, a raíz del ataque a las torres gemelas en Nueva York, se filtró a la prensa nacional que otro avión había sido impactado en el Pentágono. Dicha noticia se quedó solo en rumor. Nadie confirmó ni negó el hecho. Sin embargo, un grupo de periodistas produjo un vídeo de mala calidad, con imágenes de los daños en el centro de seguridad más importante del mundo.
Hace pocos días vi un documental sobre este atentado al Pentágono, a todo color y con una producción de lujo. En este documental se revela toda la verdad sobre los motivos que tuvo el Gobierno norteamericano de aquel entonces para ocultar dicha información.
Razones de seguridad nacional, además del orgullo herido de los gringos por cuanto que su principal cerebro había sido vulnerado, sin que lo hubieran advertido siquiera. El tema de las fake news está ligado a la vieja teoría de la Agenda Building, una variante de la Agenda Setting, cuyos estudios comenzaron en los años setenta.
La esencia de estas agendas es evidenciar el roce que existe entre el interés de un gobierno en materia informativa y el interés, generalmente económico y político, de los medios de comunicación de impulsar sus propios mensajes a la ciudadanía. En este roce se produce una estrategia planificada, interesada, por parte de estos (no todos) en articular mensajes que debiliten la credibilidad de los funcionarios y de otros actores, generalmente adversos.
Recuerdo el caso concreto de un expresidente de Guatemala a quien se le sindicaba de estarse disputando la compra de un reloj de marca selecta con un famoso cantante, generando grandes titulares en la prensa escrita antagónica al Gobierno; finalmente se descubrió que había sido una treta de un periodista que armó el escándalo con el consentimiento de la Dirección del medio.
En este triste papel que han jugado algunos medios de comunicación para confundir a la ciudadanía y generar corrientes de opinión a favor o en contra de un gobierno, vale la pena citar otro hecho concreto, aunque mejor armado: la guerra de Grenada. Durante esta invasión norteamericana a la pequeña isla, sin razón aparente, en octubre de 1983, acompañada por un despliegue televisivo de sus acciones, los Estados Unidos impusieron un golpe publicitario de carácter militar, quizá para mitigar un poco el sabor amargo que les había dejado su fracaso en Vietnam, y necesitaban fortalecer su imagen del país más poderoso de la Tierra.