Ana María Salinas
Académica Facultad Psicología
Las situaciones de abuso al interior de la Iglesia en Chile, que han estado bajo el manto del encubrimiento por años, y los cuestionamientos actuales al Arzobispo de Santiago, Ricardo Ezzati y a otros personeros, dejan al desnudo una institución que por su funcionamiento contribuye a mantener las dinámicas abusivas, incluso más allá de las características individuales de cada agresor y/o víctima.
El dogma, la fe, la obediencia ciega, el hermetismo, el poder y la ausencia de discurso argumentativo respecto de temas controversiales de interés social, se transforman en elementos propios de una escenografía que facilita la ocurrencia de abusos y situaciones constitutivas de delitos que atentan contra la dignidad humana y dañan severamente a las víctimas directas y a los miembros de la comunidad. Se instala la confusión y la desconfianza que en nada favorecen el desarrollo psicológico.
Parece justo y necesario un cambio estructural que devuelva a la Iglesia de Chile su rol de guía espiritual y de apoyo a sus miembros en momentos de mayor vulnerabilidad. Actos de reparación concreta dirigidos hacia las víctimas y la comunidad, y la automarginación de una autoridad eclesiástica de una actividad religiosa son relevantes, pero no suficientes.