En la pasada Feria Internacional del Libro en Guatemala compré solo un libro para mí, con el fin de no alargar la lista de lecturas pendientes. Tenía años de querer leer En la mirilla del jaguar, de Margarita Carrera, la biografía novelada de Monseñor Gerardi, y al fin se me hizo.
Es maravillosa esa sensación de llegar a casa con un libro y no poder esperar a abrirlo. Así pasas las páginas con placer, y las horas se van sin que te des cuenta.
Tengo que reconocer que con lo complicada que se volvió mi vida, con un trabajo tan absorbente como el periodismo, y luego tener un hijo e iniciar una familia, esos momentos han escaseado en los últimos 12 años. Leía libros como a escondidas, robándole minutos a la jornada; también los ojeaba a la carrera cuando debía reseñarlos en tiempo récord.
Esta era digital y de inmediatez parecía tan atractiva, todo a un clic de distancia. Pero, con el tiempo, se convirtió en una tiranía. Estar casi las 24 horas conectados para estar actualizados es agotador. No solo leer por placer se volvió una actividad imposible, sino que también se debe producir mucho más para seguir el ritmo de las nuevas tendencias.
Por suerte, existe un movimiento de escritores y periodistas que, según reportan medios como El Diario (España), busca la reivindicación de la lentitud en la literatura y en el periodismo, tanto para quien escribe como para quien lee.
Andrea Köhler, integrante de este grupo de pensadores y filósofos, señala que, cuando no somos capaces de esperar la compensación que ha de llegar tras el esfuerzo, “surgen sociedades cada día más infantilizadas y más ansiosas, porque la recompensa exige siempre cierto retraso y porque la gratificación inmediata termina por dejarnos insatisfechos”.
Por eso, es necesario recordar que leer, por ejemplo, una novela de 500 páginas no es un suplicio, sino un placentero recorrido que nos permite vivir otras vidas y viajar sin salir de casa. Son momentos únicos que quedan grabados para siempre en nuestra memoria.
Quienes abogan por la lentitud, la espera, e incluso el aburrimiento, sostienen que quizá estemos asistiendo a un movimiento de péndulo frente a la tiranía de lo inmediato y lo fugaz de las nuevas tecnologías. Es decir, que la gente se hastiará de los gifs, memes y “noticias” cortas y mal redactadas. Con suerte, empezarán a buscar en otras actividades más lentas y parsimoniosas cómo llenar el vacío existencial que provocan estos tiempos modernos.