Solo una décima parte de determinadas frutas tropicales acaba en el mercado mundial, por lo que hay potencial para exportarlas desde los países pobres, dijo la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés).
Un reciente estudio de la FAO establece que la producción de las denominadas frutas tropicales menores, como el lichi, la guayaba y el rambután, creció en una década a un ritmo medio del 3.8 por ciento, hasta que el mal tiempo la redujo en los últimos 2 años, hasta los 24 millones de toneladas en 2017, por valor de US $20 mil millones.
Esa clase de frutas tropicales van dirigidas principalmente al consumo local; por ejemplo, en Brasil, país de fuerte demanda doméstica, tiene una cuota del 7 por ciento de dicha producción en el ámbito mundial y es el mayor productor de la fruta de la pasión.
Se estima que el comercio global de esas frutas en estado fresco representa apenas un
10 % de la producción, que se concentra en su mayoría en Asia (con una cuota del 86 %), principalmente en la India y China.
En Latinoamérica se comercializan más otros productos también tropicales pero más conocidos, como el aguacate, la piña, la papaya y el mango.
La analista de la FAO, Sabine Altendorf, explicó que la falta de infraestructuras en los países en desarrollo hace “muy difícil” llevar las frutas menores al mercado internacional, concretamente a países que estén dispuestos a pagar altos precios por tal mercancía.
La gran mayoría de estos alimentos ni siquiera alcanzan los mercados locales ni “se consumen en los hogares”, dijo Altendorf, entre otros motivos, porque son muy perecederos.
La experta considera que para la expansión internacional de ese mercado se necesitan “tecnologías que alcancen las zonas remotas a una escala mayor”, como aquellas para empaquetar o mantener el frío.