Es fácil escribir y, sobre todo, criticar bajo el amparo del anonimato y la impunidad virtual. Enmascararse cibernéticamente para cuestionar, atacar, maltratar, descalificar, difamar, humillar, y todas aquellas palabras que son utilizadas para menoscabar la imagen de alguien, sin que la persona creadora de los improperios pueda ser descubierta, resulta cómodo e ideal para tan nefastos propósitos.
Se ha vuelto común ingresar en las redes sociales y observar la retahíla de insultos que se profieren contra quienes no comparten las ideas y las acciones de otros o simplemente porque no quieren quedarse atrás de lo que dicen los demás, aunque desconozcan de qué o de quién se trata, evidenciando su idiotez. Ciertamente, Internet y las redes sociales son parte de la tecnología moderna que con extrema inmediatez y efectividad disponemos para contactarnos en un clic con el mundo que nos rodea, así como compartir nuestras opiniones con el grupo de amigos o conocidos en las redes electrónicas, además de informarnos de lo que sucede en cualquier parte del universo.
Sin embargo, no podemos descartar que también se hayan convertido en una de las principales herramientas por medio de un antifaz con nombres reales o ficticios seguidos de códigos alfanuméricos para lapidar electrónicamente a quienes no piensan como nosotros.
Indudablemente que, ocultarse detrás de una máscara, con falsa identidad en las redes sociales para no ser ubicados, porque no se tiene el suficiente carácter para debatir civilizadamente y con sólidos argumentos los temas que se exponen en los espacios virtuales, ha creado muchos “valientes”, toda vez que ponen de manifiesto que en esta selva cibernética son proclives a inclinarse por lo irracional, por la inmediata y fácil descalificación. El anonimato goza de muchas ventajas, las más viles por cierto.
Pueden expresar lo que les venga en gana y, por supuesto, insultar a quien se quiera, sin riesgo de ser atrapado. Algunos expertos en redes sociales coinciden en que hay casos que se han vuelto virales y los comentarios que generan escudándose en el anonimato van enfocados en destruir la imagen de quienes se ven inmersos en esos asuntos y causar daño destilando veneno, muy pocas veces es con fines positivos. No hay que perder de vista que los dementes cibernéticos odian y rechazan todo lo que sea diferente a su forma de pensar, y cualquier situación en la que no estén de acuerdo con la persona que polemizan la atacarán salvajemente.
En el país debiéramos contar con leyes rigurosas que castiguen y encarcelen a las personas que utilicen el anonimato cibernético para cometer delitos como la calumnia, la injuria, el libelo o la iniciación al odio. Por ello, es aconsejable que no nos dejemos sorprender por individuos que no aparecen plenamente identificados en las redes sociales o utilizan nombres supuestos para vilipendiar a otros. Pues es sabido que su cobardía al hacer uso de una careta virtual nos revela su ausencia de principios y valores, además de materia gris, perfilándolo como un delincuente cibernético. Y ese escenario en las vísperas del evento electoral debe ser advertido para aplicar correctivos en el menor tiempo posible.