Gerardo Castillo Ceballos
Profesor de la Facultad de Educación y Psicología de la Universidad de Navarra
Hay muchos testimonios que hablan por sí mismos de los valores del deporte y de cómo son interiorizados por quienes lo practican, sobre todo si cuentan con el apoyo de su familia. Uno de ellos es el de Rafa Nadal.
Rafa Nadal fue entrenado, desde su infancia, por su tío y mentor Toni, quien le fue adiestrando en la técnica del tenis mientras le inculcaba los valores del deporte. Esa conjunción de objetivos sería decisiva para la forja del futuro campeón. Toni afirma que lo que ha distanciado siempre a Rafa de los demás tenistas es su fuerza de voluntad, su coraje y su espíritu de superación. Esos valores serían la cosecha de la semilla que sembraron sus abuelos, sus padres y su entrenador. Le ayudaron a forjar su personalidad y a crecer en fortaleza, orden y humildad.
Cuando Rafa empezó a ganar partidos, Toni le decía: “has estado bien, pero no presumas; el tenis solo es pasar una bola por encima de una red”. Cada vez que entrenaba o jugaba, Rafa cargaba con su equipaje y dejaba el vestuario tan ordenado como lo encontró. Hoy, después de ser el número uno, lo sigue haciendo.
La sola práctica no garantiza el desarrollo de valores. Lo educativo no es solo el aprendizaje de las técnicas y habilidades sino, además, que el jugador adquiera buenos hábitos en su mejora personal.
El deporte es formativo cuando permite desarrollar tanto los aspectos psicomotrices como los socio-afectivos; cuando concibe la competición como superación de uno mismo y no como enfrentamiento con otros.
La práctica deportiva bien orientada promueve la integración social de personas muy diferentes; genera sentido de pertenencia entre los miembros de un equipo, favorece el compromiso con algo o alguien y fomenta el autoconocimiento, detectando las propias capacidades y limitaciones.
En una época en la que nos lamentamos de la crisis social de valores, no se puede desaprovechar el mejor medio para desarrollarlos de un modo natural y estimulante: el deporte formativo. Cada familia y cada colegio debe ser (según sus posibilidades) una escuela de valores deportivos. Pero de hecho, ¿lo son? En muchos casos no. La educación física suele ser más “física” que educativa.
En descargo de los padres y profesores hay que decir que el ambiente social no les ayuda: el modelo predominante valora mucho más la técnica y la fuerza física que los valores sociales y éticos. Además, existe una mentalidad generalizada de que el deporte (especialmente el competitivo) se justifica solo por los resultados, como lo denotan expresiones de este tipo: “Hay que ganar como sea.” Apenas se valora la madurez personal que aporta la práctica deportiva en edades de formación.
Con esa mentalidad, no es extraño que los niños y adolescentes de hoy se topen con malos ejemplos en las canchas deportivas, que les indisponen para descubrir y vivir valores. Uno de ellos es el de los padres hooligans. Hooligan es una palabra inglesa que se refiere a jóvenes fanáticos de un equipo de futbol que se organizan como bandas y protagonizan peleas. Últimamente se aplica a algunos de los padres que acompañan a los hijos pequeños cuando estos últimos disputan un partido. A lo largo del mismo, el padre “árbitro” corrige a gritos las decisiones del juez de la contienda; el padre “entrenador” no cesa de dar indicaciones a su hijo. En algunas ocasiones los padres incurren en un comportamiento agresivo entre ellos, que sigue siendo noticia en la sección de sucesos de los periódicos.
Una viñeta cómica de Ferrán se refiere a ese problema. Un padre entra en una instalación deportiva acompañando de dos hijos pequeños y se encuentran con un aviso: “Prohibida la violencia física y verbal en el recinto”.
-¿Es una prohibición para los jugadores?, pregunta el padre.
-No, es para los padres, responde uno de los hijos.
Los adolescentes y jóvenes que hacen deporte en serio corren menos riesgo de caer en adicciones que los que no lo hacen. Además, suelen tener más y mejores amigos.
Si se consigue que la educación física no se reduzca a ejercicio corporal, sino que incluya actitudes y hábitos formativos, se habrá dado un gran paso para la promoción de valores personales y sociales.
Danny Gable, campeón olímpico de lucha libre, afirmó que las medallas de oro no están hechas de oro; están hechas de sudor, determinación y una aleación difícil de encontrar llamada agallas.