Roberto Gutiérrez –Don Roberto Gutiérrez– destacado empresario y dirigente empresarial de Los Altos, estudioso y tengo entendido, además, que callado filántropo, nos señala en su columna de El Periódico que “ante la debilidad actual del sistema político, se hace indispensable proponer alternativas viables y sólidas que lo reconstruyan. Por el bien del país.” Pues bien, pienso que hace bien, Roberto Gutiérrez, en señalar lo que señala –la debilidad actual del sistema político– y además, la necesidad de que se propongan opciones viables y sólidas para que pueda esto superarse. El sistema que nos rige no es solamente débil sino que, además, es un sistema que agoniza porque el elector no se percibe representado en el Congreso –ni lo está– y es el caso que en manos del Congreso se encuentran las más importantes decisiones nacionales, la formulación del presupuesto, el presupuesto de los ingresos y gastos del Estado (cuanto gastar, en qué gastarlo y cómo sufragar lo que se gasta) y la formulación de las leyes que nos rigen. Roberto Gutiérrez, como ocurre a todos los guatemaltecos, no sabe quién es SU diputado (este es el resultado del sistema y el cáncer que determina –necesariamente– la debilidad de que padece) ¿Cómo podría hacerse sentir en el Congreso? ¿Cómo podría lograr que su voz se tome en cuenta? ¿Cómo podría incidir en cuanto al presupuesto, las leyes y las grandes decisiones nacionales? La alternativa que propongo –ataca el cáncer y no se queda por las ramas– es la reforma del artículo 157 de la Constitución, artículo que determina la forma en que se elige a los diputados que integran el Congreso. El sistema actual se rige por la existencia de un listado nacional de diputados, que –supuestamente– nos representan a todos y que es la mejor forma de que a nadie representen. Se rige, además, por distritos electorales inmensos; cada departamento un distrito, con la excepción del departamento de Guatemala, que tiene dos, el de la ciudad de Guatemala y el del resto de municipios del departamento, tan inmensos como todos, y los consecuentes listados distritales, diputados departamentales que representan –esto se supone– a todos los habitantes del departamento, pero que como ocurre con el listado nacional. ¿Los mismos intereses e, incluso, los mismos principios y valores en los habitantes de Coatepeque, en plena costa, que en los habitantes de Cabricán? ¿Los mismos intereses los de la costa, la bocacosta y el altiplano? La guinda del pastel de este sistema y que constituye una consecuencia casi obligada de lo anterior, es el monopolio que tienen los partidos políticos para postular a los candidatos que integrarán el Congreso (solamente los partidos políticos pueden postular candidatos a diputado) el ciudadano común, como los chinos, tan solo “milando…” Período largo de cuatro años, el de este sistema, propicio para que el diputado electo –si alguna vez lo tuvo– pierda todo contacto –ya no digamos cordón umbilical– con los electores, proliferan en el sistema los diputados “suplentes, cuna inveterada de tráfico de influencias. Finalmente –cae el telón– la forma enredada como se adjudican los a cargos hace difícil para los electores comprender, el porqué de los electos. La alternativa a este sistema (opciones puede haber muchas) es la reforma del citado artículo
–el 157– y, a través de esta reforma, la introducción entre nosotros del sistema electoral de los distritos pequeños, sistema en el que desaparece el listado nacional de diputados y se eligen los diputados –todos los diputados– TODOS, sin excepción alguna –por distritos pequeños– 160 distritos electorales de más o menos 60 mil electores cada uno, eligiéndose un solo diputado en cada distrito, por lo que gana la elección, sin fórmulas raras, el candidato que obtiene más votos. En el sistema propuesto, el sistema electoral de los distritos pequeños –tal y como se propone– se inscribe como candidato a diputado todo ciudadano que quiera hacerlo, sin necesidad de que lo postule un partido político, con lo cual se acaba el monopolio que ejercen los partidos. Esta es la alternativa que lo cambia todo. Dice Roberto Gutiérrez que, en su opinión, el sistema político guatemalteco, como ha funcionado hasta la fecha no da para más y, en cierto sentido, está en lo correcto pero, afortunadamente, si da para reformarse y, para hacerlo, basta con la reforma de un solo artículo, el 157. Esta reforma, la de un solo artículo, busca que pueda darse un amplio debate sobre la reforma a realizar; sus consecuencias y sus alcances, reforma que debe circunscribirse a un solo artículo para que no se preste a confusiones y podamos los electores ejercer el voto con pleno conocimiento de causa, amén de que se facilita más que nos pongamos de acuerdo, que logremos consenso, si la referimos a uno solo. La idea de los comités cívicos electorales para postular candidatos a diputado, a la que se refiere Roberto Gutiérrez, aliviaría la situación actual, pero no constituye solución alguna (persistentes el listado nacional de diputados, los distritos inmensos y sus listados distritales, así como todos sus etcéteras) y es de temer, además, que puedan quedar convertidos los comités cívicos electorales “permanentes” en una simple caricatura –e incluso mala– de los partidos políticos. La recuperación de la representatividad de nuestro Congreso no tiene otra forma de lograrse que el cambio de la forma en que se elige a los diputados que lo integran; reforma del 157: ningún monopolio, nada de listados, distritos pequeños, diputados solamente por distritos, cada distrito un solo diputado, gana sin fórmulas raras, el candidato que tiene más votos y tiene solamente dos años de mandato, sobre el – omnipresente– la siguiente elección, si lo hace bien, la posibilidad de ser reelecto,y si mal, que se le eche del Congreso…No existe suficiente tiempo ya para que las elecciones de 2019 pudieran celebrarse con un artículo 157 ya reformado, pero, si no ponemos empeño, y lo hacemos desde ahora, para 2023 seguiremos en las mismas….