En su columna de El Periódico nos dijo Luis Figueroa, connotado neoliberal que no participará en el censo –decisión muy suya y que no merecería mayor comentario puesto que, en efecto, nadie se encuentra obligado a hacerlo– pero, para explicar y fundamentar su decisión, incurre en lamentables errores que desdicen de su seriedad periodística –actividad que debe ser informativa y orientadora por excelencia– y que incluso llevaron a que otro medio, el vespertino La Hora –nada menos que en su editorial– incurriera en uno de los errores en que este incurriera.
Dice Luis Figueroa que el censo será usado para subir el número de diputados, lo cual es falso y desdice su falsa afirmación, necesariamente, de la seriedad y del rigor académico que le caracterizan.
Esta información –errada– fue repetida también por el vespertino La Hora, nada menos que en su editorial y, uno y otro, partiendo de este hecho –falso– compartieron con los lectores diversos comentarios.
La Hora asentó el error en su edición impresa pero, en su edición electrónica introdujo, en cuanto pudo, la pertinente fe de errata.
La falsa afirmación que Luis Figueroa formula en su columna pasa por alto que se produjo la reforma habida en la Ley Electoral y de Partidos Políticos, reforma que impide que se amplíe ese número, limitado ya –por la ley– a ciento sesenta diputados, ni uno más.
No es cierto, pues, que un incremento de la población de conformidad con el censo determinaría un incremento de los diputados que integran el Congreso; susto, el de este incremento, capaz de perjudicar gravemente la labor a realizar.
¿Quién, en su sano juicio, con el sistema que nos rige de monopolio de partidos, listado nacional, distritos inmensos y consecuentes listados distritales,podría querer más
diputados?
Con el actual sistema no sabe el elector ni tan siquiera quién es SU diputado.
También incurre el columnista en otros errores y bueno es saber, entonces, que ninguna información de índole tributaria se requiere de las personas censadas, ni información privada que pueda usarse con fines distintos a los que el censo se propone.
Cita Luis Figueroa a Manuel Ayau –el recordado Muso, padre y portaestandarte que fue del neoliberalismo en Guatemala– pero pienso que, puesto a escoger entre “acciones públicas de corte estatista, político centralizado para “arreglar las cosas”, sustentadas en estadísticas y este mismo tipo de acciones – a la libre –arbitrarias– sin sustentación alguna -, hubiera optado Manuel Ayau por las primeras que –si ambas no deseables– al menos aquellas sustentadas. Acciones públicas del corte descrito pueden darse con estadísticas o bien sin ellas y, si se dan, que al menos se sustenten en estas y no en “inspiraciones” profanas o divinas.
La identificación étnica no la hace quien censa, siendo absolutamente libre la persona de identificarse como quiera hacerlo, independientemente de cualquier otra consideración y si se dan subgrupos en la identificación maya se debe, fundamentalmente, a su diversidad lingüística, intrascendente en otros grupos.
El censo es importante para determinar muchas cosas, una de ellas la renta per cápita, es decir, el resultado de dividir nuestra producción total, entre el número de habitantes que tengamos y –sabido esto– es importante recordar que hubo gobernante que no quiso enfrentarse a la evidencia de que nuestra renta per cápita era bastante menor que la renta cacareada y que, así, renegó del censo puesto que la mayor cantidad de población haría que el resultado de la división lo hiciera evidente.
¿Asusta la verdad? ¿Asusta la verdad de nuestra renta per cápita? Importantes aportes –desde su posición neoliberal– hace a la discusión nacional –discusión prácticamente inexistente– la columna de Luis Figueroa con las ideas que comparte, pero en nada beneficia a esas ideas que yerre como ha errado en este caso: No es cierto que el resultado del censo determine un número mayor de diputados, como tampoco ciertos otros de los hechos que sostiene.
Existen temas como este –el tema del censo– o como el tema de Belice –existen muchos más–, que deberían unirnos a todos por encima de cualquier ideología y de personales intereses y –si erramos– debemos reconocerlo de inmediato –lo antes posible–, para remediar el daño producido, que sabido es que el agua derramada ya no se recoge y que las corrientes erradas de opinión se pueden originar muy fácilmente en errores como este.
Muchos son los millones de quetzales que nos costará este censo –el censo lo pagamos todos–, y no es justo que por errores informativos y por erradas apreciaciones se ponga en riesgo lo invertido. Se trata este de un momento en el que todos debemos cerrar filas y apoyar, en todo cuanto podamos, para que el censo se realice con el éxito deseado.
Estamos ya, desde el pasado lunes, en su fase de campo –fase crucial– y estaremos en ella hasta el jueves 16 de agosto. Si esta falla, inútil sería el trabajo de preparación –dos años y el ulterior que–, a principios del próximo semestre, nos tendría resultados.
El censo es un tema de Estado, no de Gobierno, y entregados resultados el año entrante, más importancia que para el cual, lo tendrá para los gobiernos sucesivos, datos que no solo sirven a nivel estatal sino a todos los niveles.