Soledad Reyes
Investigadora Facultad de Gobierno
Cada cierto tiempo, se vuelve a caer en la eterna discusión sobre el impuesto al libro en Chile. Sabemos que es uno de los más caros del mundo (19%), y que se han llevado a cabo diversas iniciativas para intentar reducirlo. Y nunca se ha llegado a nada. Es una discusión bastante añeja y, a decir verdad, no es sustancial.
Porque aunque logre reducirse el IVA a un 12%, a un 6%, o a lo que sea, lo cierto es que leer no es una prioridad ni un hábito entre los chilenos. Y eso no va a cambiar de la noche a la mañana. En los últimos años, diversas encuestas han señalado que el 52.8% de los adultos chilenos se declaran no lectores. Y quienes leen lo hacen por obligaciones académicas o laborales. Solo un 7% de los lectores lo hacen por placer, lo que convierte a Chile en el país latinoamericano donde menos se lee voluntariamente.
Las razones para no leer pueden ser muchas, desde falta de tiempo, falta de recursos, problemas de acceso o disponibilidad. Pero, básicamente, es falta de interés.
Es necesario dejar a un lado el tema del IVA y centrarse en lo que realmente importa. La Política Nacional del Libro y la Lectura, pensada para el período 2015-2020, anunció que su objetivo principal era “hacer de Chile un país de lectores y lectoras desde la primera infancia”. Las iniciativas han sido muchas, y los resultados deficientes. Si bien es cierto que en los últimos años se han realizado avances en infraestructura –se han inaugurado, mejorado y actualizado las más de 400 bibliotecas públicas, de Arica a Punta Arenas –, el 82% de los chilenos afirma no haber pisado una biblioteca en el último año. Se vuelve a caer en lo mismo. No hay tiempo ni interés.
Y no es solo que se lea poco, sino que escasamente se entiende lo que se lee. El panorama es preocupante. Porque todas las habilidades que implica la lectura en sí, son más sólidas y espontáneas mientras más temprano se aprendan. En eso precisamente trabajan fundaciones como Había una Vez, La Fuente, entre otras, que hacen notables esfuerzos por acercar la lectura hacia los lugares más remotos y vulnerables del país. Su objetivo es claro: fomentar el hábito lector desde la infancia, que la lectura se conciba como una experiencia fundamental del aprendizaje de nuestros niños.
En esa línea, es urgente pensar y debatir la manera en que los chilenos lean más y mejor. Teniendo claro que, al menos en una primera instancia, no por reducir el precio de los libros se crearán más lectores. Y ese es el mayor desafío. Es ahí donde debe estar el énfasis de las políticas públicas que se discutan al respecto. Que, sin importar la edad ni el estrato socioeconómico, los chilenos aprecien la lectura como parte fundamental de su vida diaria. Porque la lectura no es el privilegio de unos pocos. Es el gusto de unos pocos.