El futbol es un deporte universal, trasciende todas las fronteras que conoce el ser humano, como dice el astro argentino Jorge Valdano: “De las cosas menos importantes, el futbol es la más importante”. Es un juego con las características de una religión: hay devotos y santos.
Con la euforia del Mundial Rusia 2018, que está por finalizar, las cuadras, calles y parques de las colonias convocan a los chicos que se retan entre sí a un duelo de balompié. Las estrellas futbolísticas reencarnan en cada infante que con orgullo visten la camisola de su héroe, a quiene intenta imitar.
Cada partido de barrio se juega con todo, como si fuese una final, y el cotejo termina cuando los padres llaman a los protagonistas para que retornen a la casa a cumplir las tareas de la escuela o el colegio.
El camerino de estos pequeños deportistas es su habitación, donde guardan sus zapatos, camisola, balón y el afiche con la foto de sus héroes.
El futbol no distingue condición social ni género: juegan los que quieren y les apasiona. Mientras esperan al próximo campeón mundial, que saldrá de entre las selecciones de Francia y Croacia, estos niños no dejan de soñar: disputar algún día el balón en la cancha de un estadio como los del Mundial, colmado de aficionados.
Después de recibir clases, las niñas van a las canchas del Barrio Gerona, zona 1, donde dedican su tiempo libre al futbol, mientras esperan a sus padres.
Niños en la zona 1, practican futbol en las calles aledañas a la Feria del Cerrito del Carmen, que se celebra todos los años en ese sector.
La magia del Mundial se vive en la zona 7, donde 2 menores con la camisola de su selección favorita juegan balompié en el parque Erick Barrondo.