Cualquiera podría resumir el argumento de Breaking Bad al decir: “es acerca de un maestro que enferma y decide fabricar drogas para pagar las cuentas”. Pero la serie es mucho más que eso. Vince Gilligan supo encontrar un nicho fantástico en el mercado de las series de televisión y se apropió de él con Breaking Bad. Entertainment Weekly nos recordó la semana pasada que debemos celebrar los 10 años de su creación.
En Breaking Bad, Gilligan tomó un hombre de clase media y lo hizo un experto en química. Era una persona muy inteligente, cuya vida no se movía por el dinero y prefirió hacerse maestro de escuela. Nos presentó al patriarca de una familia feliz, un ícono del American Dream. Un sujeto aburrido que aceptaba su vida sosa. Después le arrebató todo y lo maldijo con un cáncer terminal.
“No sabes con quién estás hablando, así que déjame darte una pista. No estoy en peligro, Skyler. Yo soy el peligro”, Walter White (Bryan Cranston).
Pero Walter White (Bryan Cranston) no se iría de este mundo con las manos vacías y creó a su alter ego Heisenberg. Desató al monstruo que llevaba dentro y se transformó en fabricante y distribuidor de metanfetamina. Luego de una vida ejemplar, se convirtió en un enemigo público. Durante cinco temporadas le quitó lo que pudo a la vida. Aun así, la serie nos enseña que no hay apología que valga para un narcotraficante, mas sí muestra cuán fascinante es su vida.
Debo admitir que Breaking Bad nunca me llamó la atención. Pasaron los años y la fama del boca a boca no hizo mella en mí. Pero hace dos años vi que estaba en Netflix. Allan Martínez, autor de la columna Music freak, que publica esta sección, fue quien me terminó de convencer. Dijo: “Mirá el primer episodio, luego hablamos”.
Con desconfianza lo hice. Odié la vida de Walter, sentí su decepción por la realidad y su hastío. Pero fue a partir del segundo capítulo que no me despegué del televisor. Entendí las pasiones que levanta la serie, y en cosa de 1 mes vi los 60 episodios. Cada capítulo es una dosis de MET: altamente adictivo. Todos tenemos una caja de pandora en el corazón. La llave es que nos arrebaten todo. Ojalá nunca nos pase.
Decepción fílmica: Pacific Rim: Uprising.
Es una pena el desperdicio de recursos que esta cinta representa. La primera fue un deleite visual, un tributo a las caricaturas japonesas de robots. Si te gustó la original, esta la odiarás. Es un fraude.
Una lica de domingo: In the Line of Fire.
Fue la vez que vimos enfrentarse en la pantalla a Clint Eastwood y a John Malkovich. Clint es agente del servicio secreto y Malkovich el sujeto que quiere asesinar al presidente de Estados Unidos. Acción y drama con buenas actuaciones.
No se la pierda.