sábado , 23 noviembre 2024
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¿Y la CICIG? (II)

¿Por qué importa el asesinato de José Cal Xol, si se trata de una solo? –Por qué la vida de Mateo Chamán Paau–, si se trata, finalmente, de uno sola? ¿Por qué el asesinato de Luis Marroquín? ¿Por qué habría de importar el irrespeto de estas tres vidas, si se trata de unas pocas y qué importancia el de una cuarta y una quinta y…? ¿Cuántas importan? Quien no respeta una vida, ninguna respeta y quien justifica el primero de los asesinatos, todos justifica.

El primer asesinato no perseguido y castigado deja abiertas las puertas –de par en par– para todos los asesinatos sucesivos.

¿Será que nunca llegaremos a entenderlo?

Tiene que llamarme poderosamente la atención que Miguel Ángel Sandoval, Alejandro Balsells y Karin Slowing exhorten a las autoridades en general y al Ministerio Público, para que esclarezcan estos crímenes y se castigue a los responsables pero omitan cualquier mención de la CICIG cuando esta es la primera función que le corresponde a la Comisión que establecimos y la que justifica su
existencia.

¿Asesinados simple y sencillamente, porque sí? ¡Por favor!

Estamos ante crímenes que deben ser resueltos so pena que, de no resolverlos, sean el inicio de muchos otros crímenes y de las más impredecibles consecuencias.

Podrá ser que estos crímenes no tengan ninguna relación entre sí y que ninguno de ellos tenga razones de otro tipo que las estrictamente personales, pero, si es así, así debe establecerse para evitar el aliento de sospechas que, si tal fuese el caso –lo dudo– deberían descartarse.

El comisionado Castresana –colega español– pudo evidenciar la falta de una conjura de Estado en un asesinato que pudo conducir –de confirmarse la hipótesis que quiso imponerse– a lo que se buscó con la utilización de esa muerte, un golpe de Estado, habiendo dejado muchos cabos sueltos e incluso la infamia de testimonios que se evidenciaron falsos y que condujeron a que personas inocentes sufrieran varios años de prisión preventiva  pero, reitero, evidenció la ausencia de conjura y evitó que se consumara un golpe de Estado “blando”, la sustitución del presidente Colom por el vicepresidente.

¿Estamos en el caso de estos crímenes –en el de los dirigentes campesinos asesinados– ante aparatos o cuerpos de seguridad clandestinos? Pues, si es así, es injustificable que omitamos la responsabilidad de la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala para coadyuvar a su esclarecimiento, la desarticulación de estos aparatos o cuerpos y la persecución y castigo de los asesinatos perpetrados. ¿Será necesario que deba recordarles que estamos ante un acuerdo –un tratado– en materia de derechos humanos? La vida, un derecho que, si irrespetado, deja sin contenido los restantes.

Entiendo que es más espectacular –muchísimo más espectacular– lo del antejuicio contra el Presidente por un ilegal financiamiento electoral que no existe pero que –si existiera– habría logrado el execrable crimen de impedir un fraude electoral y de que se fiscalizaran las votaciones y el debido recuento de los votos: ¡Imperdonable!, execrable crimen que habría perpetrado en unión de los empresarios que –con su propio dinero– dinero limpio –dinero no proveniente de delito– habrían dado a los fiscales de mesa el viático de transporte y alimentación para que, en efecto, fiscalizaran las votaciones y el conteo de los votos.

También entiendo que es bastante más espectacular un caso “Clinton tropical”, acaparador de atención mediática entre nosotros y en cualquier parte del mundo, tal y como lo fue en los Estados Unidos de América.

La muerte de José Cal Xol –su asesinato– ¿a quién le importa? y ¿a quién le importa el asesinato de Mateo Chamán Paau?

No puedo olvidar que no importó, hace casi sesenta años, el de Rony Elmer Orellana, y que no importó, hace casi setenta, el de Francisco Javier Arana y es más, que fueron muchos los que justificaron aquellos crímenes en aras de alcanzar el poder e –incluso–, quienes lo siguen haciendo. ¿Qué importa una vida frente a los más altos fines de hacerse del poder?

Muchos años, también, desde los asesinatos de Adolfo Mijangos López, de Mario López Larrave, de Guillermo Monzón Paz, pero ¿qué podrían importar estas vidas ante los superiores fines de la seguridad del Estado y de la consecuente conservación del poder?

¿Nos importa la vida? ¿Nos importa la vida, al menos un poco? ¿Al menos lo suficiente como para no hacer política a costa de los crímenes? y pedirle a la CICIG que, sin abandonar los otros casos que muchísimo requieren de su atención para llegar a resultados –preste atención a estos crímenes– tema de derechos humanos –atropellada la vida– la razón de ser misma de su mandato y ayude a esclarecerlos?

A pesar de su no mención en la última conferencia de prensa de la ex fiscal general, centrada en otros temas, ¿habrá habido alguna investigación sobre estos crímenes que se haya puesto en manos de la autoridad que vino a sustituirla?

¿José Cal Xol? ¿Luis Marroquín? ¿Mateo Chamán Paau? ¿Importan?

¿Le importa a usted su vida? si el primer asesinato no esclarecido y castigado deja abiertas las puertas, de par en par, para todos los asesinatos sucesivos. Quien no respeta una vida, ninguna respeta. ¿Y la CICG?

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