Era 1968, y a pesar de haber sido uno de los pioneros del cómic, DC Comics se había quedado rezagado por la aparición de un competidor llamado Marvel, que le presentaba al público un enfoque fresco en las historias de superhéroes. Además de batallar supervillanos, los personajes de Marvel enfrentaban problemas cotidianos, como desilusiones amorosas, estrecheces económicas, adicciones y discriminación. Esto los hacía mucho más humanos y los lectores se identificaban con ellos, cosa que se veía reflejada en las ventas.
Al ver el éxito de su rival, DC intentó copiar la fórmula, por lo que se enfocó en uno de los títulos con menos venta: La Mujer Maravilla. Se cambió el equipo creativo y se le dio al escritor Dennis O’Neil y al ilustrador Mike Sekowsky la tarea de renovar al personaje, cosa que hicieron a conciencia. O’Neil decidió que una supermujer creada con barro mágico era demasiado fantástica y complicada para las lectoras de ese entonces. Además, quiso humanizar al personaje e introducir nuevas líneas narrativas.
Así fue como en el número 178 de Wonder Woman, Diana Prince (la identidad secreta de la Mujer Maravilla) pasa al salón de belleza y se viste a la moda, con resultados espectaculares. En subsecuentes episodios, las Amazonas deciden abandonar la tierra, y Diana se rehúsa a acompañarlas, lo cual la deja sin uniforme, poderes, dinero ni hogar. Ahora, una simple mortal, resuelve dejar la Liga de la Justicia. Luego de que su interés romántico, Steve Trevor, es asesinado, Diana entra bajo el tutelaje de un maestro ciego de kung-fu llamado I-Ching, con quien viaja por el mundo combatiendo el crimen usando artilugios similares a los de James Bond, el agente 007. En su tiempo libre abre una tienda de ropa.
Este período tan poco ortodoxo de la historia de Wonder Woman es controversial hasta la fecha. Los números dibujados por Sekowsky con tintas de Dick Giordano presentan a Diana Prince como una mujer bella, glamurosa y digna, sin convertirla en un objeto sexual. Los guiones, sin embargo, son harina de otro costal. Los cambios introducidos en el personaje fueron tan radicales que prácticamente la dejaron irreconocible. De la antigua Mujer Maravilla apenas quedaba el nombre.
Finalmente, en 1972 la periodista y activista Gloria Steinem protestó por la forma en la que se estaba tratando a este ícono del feminismo. Su indignación cobró tal apoyo del público, que obligó a DC a meter el freno de mano y dar un brusco giro de 180 grados. En el número 204 del cómic, el personaje regresó a su status quo anterior, tal y como la conocemos hoy.