Palestina y la campaña que promueve el boicot y sanciones a Israel se anotaron un gran triunfo al lograr la cancelación del amistoso de futbol entre las selecciones argentina e israelí del sábado, que había agotado las entradas y generado enorme expectación.
Decenas de miles de israelíes, muchos de los cuales habían sufrido para conseguir una de las deseadas entradas, de las que solo salió a la venta un tercio pues el resto se distribuyó entre organismos y empresas, se despertaron esta mañana con la gran decepción, por la noticia de que no verían a Messi y otras estrellas jugar en Jerusalén.
Los medios recogían ayer el tremendo desencanto, con reproches a los albicelestes, por ceder a las presiones, a los palestinos, que exigieron la suspensión y amenazaron con impedir que Argentina fuera sede del Mundial 2030, y también hacia los políticos israelíes, y en concreto a la titular de Deportes, Miri Reguev, a la que muchos acusan de forzar la máquina hasta provocar el desastre.
Reguev forzó que el amistoso, último que iba a disputar Argentina antes de viajar a Rusia y que estaba previsto jugar en Haifa, se mudara a Jerusalén, buscando proyectarlo como una muestra más del reconocimiento internacional a la soberanía israelí sobre toda la ciudad. Jerusalén, EFE