La jornada de búsqueda y rescate de víctimas de la violenta erupción del volcán de Fuego continuó ayer, desde las cinco de la mañana. En los albergues habilitados se atendía a los damnificados, quienes expresaron su gratitud por la oportuna ayuda gubernamental y de personas particulares. Los socorristas relataron los momentos difíciles que les tocó vivir, exponiendo incluso su propia integridad, con el fin de encontrar víctimas aún con vida. En los centros de atención a los afectados se hizo notar la solidaridad de la población en los momentos difíciles ocasionados por el desastre natural.
“Ayudar nos hace más humanos”
En San Miguel Los Lotes, de Escuintla, el bombero municipal Érick Juárez González expresó: “Seguimos trabajando, y estamos con todo el deseo de ayudar a nuestros hermanos. Es una experiencia que nos hace más humanos. Salimos de casa pero solo Dios sabe si regresamos.”
En la labor de ayer, Juárez participó en el rescate de 3 cuerpos y 2 familias completas, de 5 personas cada una. Él es parte de los 1 mil 200 socorristas que se esfuerzan en las áreas afectadas por la erupción.
“Ver las posiciones de los cuerpos, que evidencian que en vida trataron de escapar, son imágenes que a cualquiera impactan”, manifestó. No obstante, continúa con las tareas de rescate.
Oportuno apoyo gubernamental
“Gracias a Dios se ha recibido la ayuda, tanto del Gobierno como de la gente que se ha acercado a colaborar, porque la tragedia nos ha unido a los guatemaltecos como hermanos, como una sola comunidad”, exteriorizó Alba Cermeño, vecina y damnificada de la aldea El Rodeo, Escuintla.
Junto a 10 familiares, entre primos, tías y abuelos, Cermeño está ubicada en el albergue y centro de acopio habilitado en el Instituto Simón Bergaño y Villegas, en la cabecera departamental de Escuintla.
Tanto ella como otras personas indicaron que el trabajo del Gobierno para atender la emergencia ha sido oportuno. “Gracias al Presidente, porque ahora es cuando más se ve la ayuda”, expresó.
“Todo se oscureció”
Modesta Rodríguez Sis vio cómo las columnas de ceniza se abalanzaron sobre su casa, ubicada en la comunidad La Reina, de la aldea El Rodeo, en Escuintla. “Todo se oscureció, y cuando salimos no pudimos traer nada. Por la gracia de Dios nadie murió”, relató.
Rodríguez, una septuagenaria, dijo que aún tiene una preocupación: su hijo mayor. “Él se ha ofrecido como voluntario en la labor de rescate de personas de su aldea. Se quedó ayudando. Y aunque ya vino a verme y está sin novedad, se volvió a ir. Solo le dije que tuviera cuidado porque todo está peligroso”, apuntó.
Sobre el apoyo del Gobierno, aseguró: “Nos han dado comida. Nos han tendido la mano”.