Canadá decidió que la 44 Cumbre del G7 se celebre el 8 y 9 de junio en una remota localidad de Quebec, lejos de cualquier centro urbano, lo que limitará que los líderes de los 7 países más industrializados presencien manifestaciones y protestas.
Aunque los dirigentes de ese bloque sesionarán en un complejo hotelero de lujo de Charlevoix, la inmensa mayoría de los centenares de periodistas acreditados para cubrir el cónclave y los manifestantes que se espera que acudan a protestar tendrán que permanecer en Quebec, a unos 140 kilómetros.
La llegada de la 44 Cumbre del G7 está trayendo recuerdos a los habitantes de la capital quebequesa de los incidentes que marcaron la Cumbre de las Américas de 2001, cuando centenares de personas y policías se enfrentaron en las calles de esa pintoresca ciudad canadiense.
Los graves incidentes de hace 17 años han causado que residentes y establecimientos comerciales se estén preparando para lo peor, en caso de que la violencia vuelva a estallar por la presencia de los líderes de Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Italia, Japón y Reino Unido. Comercios en algunos de los vecindarios más céntricos han reforzado sus cristaleras, y restaurantes y bares tienen planes para retirar sillas y mesas de las aceras, para evitar que sean convertidos en proyectiles.
Mientras, algunos vecinos han sugerido decorar calles y edificios con el color naranja, para señalar donde viven niños, en un intento de limitar los posibles actos de violencia.
El Gobierno del país anfitrión de la junta también se está esforzando en tranquilizar a los habitantes y comercios de la ciudad de Quebec.
El jueves, el primer ministro canadiense, Justin Trudeau, visitó la región para promocionar la Cumbre y defender los más de 600 millones de dólares canadienses (US $480 millones), presupuestados para celebrar la reunión de los países más industrializados del mundo.