Comienzan a agitarse las aguas electorales en un piélago ciudadano, más que turbulento, cubierto por nubes densas y oscuras para un barco político encallado en su propio sargazo, sin vistas de encontrar rumbo fijo y a punto de naufragar. Las olas de la apatía, la incredulidad y la incertidumbre de los posibles votantes son monumentales y difíciles de surfear en el sombrío panorama comicial. Diversos sectores de la sociedad ya comentan acerca de posibles aspirantes a la Presidencia de la República para el próximo evento eleccionario, que tiene contemplado llevar a cabo la primera vuelta en junio de 2019.
Vale recordar que la reforma a la Ley Electoral y de Partidos Políticos fue aprobada en 2016, razón por la cual cambiaron las fechas en las que se efectuarán las campañas electoral y de elecciones en el país. Sin duda, los cercanos comicios y los posibles presidenciables tendrán al abstencionismo como principal protagonista, pues derivado del desencanto poblacional en las agrupaciones políticas que no terminan de llenar las expectativas ni de sus habitantes, ni de la nación, es el único candidato que se perfila como virtual ganador.
No obstante, la gente ansía creer. Aspira depositar su confianza en el conductor de sus requerimientos, en el transportador de las esperanzas colectivas, y para ello se necesita con urgencia un cambio en la dirección del viento, que despeje la nubosidad concentrada sobre la barca electoral que se avecina. Toda vez que, en lugar de convertirse en una fiesta cívica, podría generar malestar e inconformismo porque muchas de las demandas ciudadanas exigidas desde 2015 aún duermen el sueño de los justos. Pensar en las probabilidades que tenga alguno de los aspirantes a ocupar la silla presidencial en estos momentos, además de prematuro, resulta un verdadero acertijo; ni la pitonisa más exitosa podría acertar.
La labor de convencimiento que tendrán que hacer los candidatos que pudieran saltar a la palestra para conseguir adeptos y subirlos a un carro ganador ante la imperante desconfianza y sinsabor de la población hacia los partidos políticos y hacia los mismos nombres, no será una tarea fácil. La animadversión del ciudadano de a pie hacia la política y sus representantes, los mismos políticos se han encargado de fomentarla, no solo con el incumplimiento de sus promesas durante la campaña electoral sino con su actuar ya en el ejercicio de sus funciones. Luchar por cambiar ese paradigma, que ha sido repetitivo elección tras elección, requerirá de una verdadera desintoxicación de un sistema político contaminado hasta sus raíces. De hecho, el escenario electoral que está a la vuelta de la esquina no evidencia por ningún lado algún cambio de forma o de fondo, por lo cual en lo absoluto resulta halagador. Nos guste, o no, los problemas continúan ahí latentes; la toma de decisiones será fundamental. Veremos qué sucede en el transcurrir de los días mientras se acerca ese momento en que nos convoquen nuevamente para acudir a las urnas y decidir democráticamente a quién se le entregarán los destinos de una patria cansada de lo mismo.