viernes , 22 noviembre 2024
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Pedagogía en el hospital

Por: Olga Lizasoáin, profesora de pedagogía hospitalaria en la Facultad de Educación y Psicología

No creo que un niño de cuatro años entienda lo que significa la palabra tumor, pero son muchos los que se preguntan, “¿por qué a mí?”. Estas palabras son la reflexión de un niño que estuvo mucho tiempo ingresado en un hospital y que recuerdo hoy.

Un paciente tiene unas necesidades de atención que van más allá de lo médico-físico. Un menor en el hospital tiene que seguir con sus actividades: estudiar, jugar, hablar, reírse, estar con otros niños. También el enfermo con mal pronóstico tiene derecho a seguir aprendiendo, a interesarse por las cosas y a desarrollar actividades de entretenimiento. Los padres de un hijo enfermo crónico precisan de apoyo y orientación. Para ayudar, tanto al paciente como a las familias, entran en juego las unidades de pedagogía hospitalaria. La atención educativa al alumno enfermo y hospitalizado contribuye a su estabilidad emocional y a favorecer su recuperación. La enseñanza escolar en los hospitales humaniza la estancia del paciente y sirve de prevención ante ciertos efectos negativos que el tratamiento médico y el hospital pueden causar.

A través de las actividades pedagógicas se logra mejorar su calidad de vida y la de sus familias, favorecer la adaptación a la hospitalización y a la situación de enfermedad, además de disminuir sus miedos y ansiedad. Ir al aula hospitalaria se convierte en toda una aventura. Las actividades llevadas a cabo desde las unidades de pedagogía hospitalaria se centran en la parte sana del paciente, enviándoles un mensaje de recuperación. Se trata de actividades propias de un niño o de un adolescente que añaden interés a su día, proporcionándoles seguridad y confianza. Se trabaja en grupo, se convive con otros pacientes y se favorece la readaptación a su vida tras la enfermedad y la hospitalización.

Así, los profesores de las aulas hospitalarias apelan a la importancia del esfuerzo, fomentan la responsabilidad, minimizan el retraso escolar y previenen alteraciones de ánimo. El paciente puntualiza: “¿De dónde se saca tiempo para estudiar? Los profesores hospitalarios entran en juego, dando clases para no perder el hilo de los estudios y así evitar que la enfermedad cierre la puerta del futuro a posibles médicos, abogados, profesores, etcétera”.

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