Atrás han que dado aquellos días en los cuales los ideales de un municipalismo fusionado, incluyente, participativo, dinámico y modernizado, con un auténtico fortalecimiento de la autonomía municipal y una genuina representación de la población eran el estandarte del poder local. No digamos, la visión y misión que cada vez se oscurecen, en cuanto al desarrollo de los municipios y la priorización de las necesidades más ingentes de sus habitantes, en las cuales prevalezca el bien común. La polémica entre los alcaldes Edwin Escobar, de Villa Nueva, a la sazón presidente de la Asociación Nacional de Municipalidades (Anam), e Isaías Martínez, de San Diego, Zacapa, y recién nombrado presidente del Instituto de Fomento Municipal (Infom), pareciera acentuar las diferencias en el gremio edil, pues ambos se señalan de causar divisionismo entre los jefes ediles y de obedecer intereses ajenos a ese conglomerado.
El liderazgo conseguido con una lucha tesonera e inclaudicable por darle su lugar al municipalismo en el ámbito nacional, encabezada por Manuel Colom Argueta, quien fuera alcalde de la ciudad capital y presidente de la asociación que aglutina a los representantes del poder local en el país, en los años 70, también brilla por su ausencia. Toda vez, que hoy se carece de legítimos líderes comprometidos con su nación y con el verdadero desarrollo de sus comunidades, que velen por los intereses de sus moradores y que ofrezcan hasta su vida de ser necesario, porque se atiendan y resuelvan las demandas poblacionales, sobre todo, las de los más necesitados. Como dirían nuestros antepasados ¡ah malaya! Los alcaldes deberían ser menos políticos y más técnicos, con menos inclinación a satisfacer su propio beneficio y el de sus familias, más cautos para evitar caer en las redes de la corrupción e impunidad, más generadores de propuestas y no de obstáculos que entrampen el progreso de sus propios distritos y los empobrezcan aún más, hipotecando el futuro generacional.
Lamentablemente, tanto la Anam como el Infom, han extraviado la visión para lo cual fueron creadas por su naturaleza, brindar una constante asistencia técnica, administrativa, jurídica y financiera a las municipalidades del territorio nacional, así como asesorar a los jefes de los ayuntamientos para fortalecer sus áreas de trabajo promoviendo el desarrollo local. Sin embargo, durante por lo menos las últimas tres décadas, las hoy entidades en pugna, han sido vistas como un botín político, que responde a intereses de turno y que buscan beneficiar a sus allegados, por un lado, con préstamos financieros para obra gris en sus municipios y, por el otro, con la supuesta representación del poder edil en comisiones estratégicas.
No puede avanzarse sin el espíritu que dio vida al municipalismo. No puede pensarse en la unidad edil, si quienes dirigen los destinos no solo de las comunas sino de las instituciones que aglutinan y representan a los alcaldes pierden la brújula que les indica el punto por donde deben encaminarse, para no caer en el descrédito y la opacidad que actualmente reflejan en perjuicio de sus propias comunidades y del país.