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2019 o 2023

¿Podría lograrse que la reforma del 157 (artículo157 de la Constitución) pudiera aplicarse en las elecciones de 2019 o tendría que esperar su aplicación hasta las elecciones de 2023?

Lo ideal sería que la reforma constitucional del 157 se hiciera cuanto antes, que pudiera ser ya aplicable en las elecciones de 2019 y que, así, en estas elecciones se pudiera inscribir como candidato a diputado todo, aquel que quiera hacerlo, y sin necesidad de que le postule un partido político. Lo ideal sería que para 2019 ya no existiera el monopolio que tienen los partidos.

Lo ideal sería que en esas elecciones de 2019 ya no hubiera un listado nacional de diputados y que todos los diputados (–todos– todos, sin excepción alguna) fueran electos por distritos pequeños, distritos en los que se elige un solo diputado –su diputado– y en los que gana la elección, sin fórmulas raras, el candidato que obtiene el mayor número de votos.

Lo ideal sería que en las elecciones de 2019 eligiéramos diputados que no tuvieran ya un mandato largo de 4 años, sino de 2, corto período que impide que se produzca la nefasta desconexión entre los electores y el electo: la siguiente elección, siempre a las puertas y el diputado atento a los intereses principios y valores de quienes lo eligieron, electores que pueden sostenerlo o sacarlo del Congreso, la reelección el premio y, la no reelección, el castigo.

Lo ideal sería que en las elecciones de 2019 ya no eligiéramos diputados suplentes (nido de tráfico de influencias) y que la campaña electoral fuera, como debe ser, más corta, barata y eficaz, caracteres propios de cualquier campaña, siempre y cuando, se realice en un distrito pequeño.

Lo ideal sería que –a través del sistema electoral de distritos pequeños– se diera una amplia participación de la población indígena en el Congreso, ganadores candidatos indígenas en múltiples distritos y que, de igual forma, estuvieran representados los guatemaltecos que se encuentran migrantes (se establecerían distritos electorales en el exterior de conformidad con los registros consulares).

Lo ideal sería que las elecciones de 2019 se celebrasen con un nuevo sistema para elegir a los diputados, porque –así– a partir del 14 de enero de 2020 tendríamos un Congreso integrado por diputados que, electos de forma distinta, serían percibidos con la representatividad que se merecen y se impone.

Usted llegaría a saber entonces –finalmente– quién es SU diputado, y todos tendríamos la percepción de estar –y estaríamos– representados en el Congreso, el Congreso, la clave de todo, puesto que se encuentran en manos del Congreso el presupuesto, las leyes y las más importantes decisiones nacionales. Si no hay Parlamento –si el Parlamento no funciona– si el ciudadano no se siente representado –y no está representado– la democracia es imposible.

Que las elecciones de 2019 se rigieran ya por este sistema sería lo ideal, pero, a estas alturas, parecería ya muy poco probable que pudiera lograrse, puesto que la reforma del 157 se encuentra –todavía– como un sueño lejano.

Aún no se ha producido el acuerdo del Presidente de la República en Consejo de Ministros que viniera a zanjar su decisión de promoverla, paso previo para que pudiera discutirse y aprobarse en el Congreso, aprobación que, en todo caso, tendría que someterse a la ratificación de todos los guatemaltecos en consulta popular. (Tienen también iniciativa de una reforma semejante 10 diputados y la Corte de Constitucionalidad, pero una reforma de tanta trascendencia debería surgir –así lo pienso– de quien representa la unidad nacional).

Se ha celebrado ya la consulta popular que debíamos celebrar sobre el tema de Belice, consulta que no podía realizarse simultáneamente con ninguna otra, puesto que se pactó con Belice que en la consulta a realizar se hiciera una sola pregunta, inteligente pacto para impedir confusión alguna y que rindió sus frutos: 26 % de asistencia en la consulta celebrada, 96 % de aprobación a lo propuesto y, la de Belice (si la palabra convence, el ejemplo arrastra) convocada ya para el 10 de abril del año entrante.

Ha concluido abril y, en consecuencia, la consulta sobre el 157, si aprueba el Congreso la reforma y aunque lo hiciera de inmediato –mayo– antes del 15 de mayo –mañana es 15 de mayo–  fecha en que concluye el Congreso su período ordinario de sesiones –prácticamente imposible– fácilmente podría hacerse hasta agosto o septiembre. Esta costaría también, no 300, sino, aproximadamente, 180 millones de quetzales, consulta muy parecida a la anterior, un solo artículo el reformado y una sola la pregunta: ¿Ratifica usted la reforma del artículo 157 de la Constitución aprobada por el Congreso y cuya redacción ya reformado sería la siguiente: “…”? Cabe la convocatoria del Congreso a un período extraordinario de sesiones para conocer la iniciativa, si esta se produce, sin tener que esperar al próximo período de sesiones ordinarias, que se inicia el 1 de agosto (si la reforma se produjese en este nuevo período de sesiones, su aplicación para 2019 sería prácticamente imposible, obligada, como es su ratificación en consulta popular).

Si bien es cierto, que se trata de la reforma de un solo artículo, el 157 –una vez reformado– habría de definirse los distritos pequeños por el Tribunal Supremo Electoral (tarea que no es fácil). Se tendrían – si se hiciera en período extraordinario, lo que queda de mayo o temprano junio, y se ratificara en septiembre, finales, octubre, noviembre y diciembre para ajustar todo cuanto debe ajustarse para la aplicación del 157 reformado, incluidas reformas a la Ley Electoral y de Partidos Políticos, que obligarían a dictamen previo favorable de la Corte de Constitucionalidad. Si la aprobación se hiciera en agosto, la ratificación no podría lograrse sino hasta diciembre, y –en enero– se tiene que convocar a elecciones generales, imposible cambio alguno de cualquier regla de juego, cuando ya convocadas.

Es posible, pues, que el presidente Jimmy Morales ya no pudiera lograr la aprobación de esta reforma para su aplicación en las elecciones de 2019, pero bien podría ser su legado, ratificada la reforma del 157 en la elecciones de 2019, para que se aplique en las siguientes, las de 2023.

Las elecciones de 2019, con el actual sistema, vendrían a darnos –esto es inevitable– un tanto más de lo mismo, porque el problema no lo determinan las personas sino la forma de elegirlas, pero el hecho mismo de realizar la reforma, ratificada en esas elecciones, vendrá a darnos la paciencia necesaria –quizá– para esperar las elecciones de 2023 y, con estas, sí, la Guatemala, distinta, –la de todos– que el nuevo sistema vendría a hacer posible entre nosotros. 2019, lo ideal pero –de no ser posible– impostergable 2023. Sin la reforma del 157, cualquier cambio –de fondo– aunque sean mucho los partidos se hace prácticamente imposible.

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