Alguna vez se ha preguntado, ¿qué sería de nosotros sin la imprenta? ¿Habría florecido la religión, la ciencia, la literatura o el periodismo, como hoy los conocemos? Si bien Johannes Gutenberg le abrió los ojos al mundo en 1440, a Guatemala este invento llegó en 1660 de la mano de Fray Payo Enríquez de Rivera y José de Pineda Ibarra. En ocasión del Día del Tipógrafo, que se celebrará el domingo, recordamos algunos datos acerca de la travesía que representó traer la primera prensa al país.
A mediados del siglo XVII, el Reino de Guatemala destacaba en América por su florecimiento social. Sin embargo, este aún tenía limitantes, pues una de las formas más importantes de difundir la cultura era la imprenta. Diversos personajes e instituciones trataron de obtener una prensa de impresión, mas sus intentos fracasaron, principalmente por no contar con los fondos para el traslado.
Santiago de los Caballeros de Guatemala se convirtió entonces en la cuarta ciudad en tener su propia imprenta, solo después de México, Perú y Puebla. En 1680, el primer impresor falleció, y fue su hijo, Antonio de Pineda Ibarra, el encargado de continuar con una labor que abarcó no menos de 61 años. En este período, además de infinidad de textos religiosos, se publicó La Thomasiada, obra poética de Diego Sáenz de Ovecurri, y el Manual para administrar los santos sacramentos, de Nicolás Álvarez de Vega.
Todo cambió en 1657, cuando fray Payo Enríquez de Rivera fue nombrado obispo de Guatemala. Consciente de la importancia de tener una imprenta en el reino, encomendó a fray Francisco de Borja, proveniente de una familia de impresores, viajar a Nueva España (México) y encontrar un impresor dispuesto a establecer su taller en Santiago de los Caballeros de Guatemala, la capital.
En Puebla, Borja halló al hombre adecuado para la tarea: José de Pineda Ibarra. La primera imprenta se adquirió por $1538, más el compromiso del fraile de costear el traslado de los Pineda Ibarra al reino. Con la prensa y la familia a lomo de mula, el impresor emprendió entonces un trabajoso viaje desde el altiplano mexicano hasta Guatemala, en plena temporada de lluvias.
No hubo diluvio que detuviera a Pineda Ibarra, quien arribó a su nueva vida el 16 de julio de 1660. Instalado en una casa muy cercana a la plaza de la capital, pocos meses más tarde el taller hizo su primera impresión: un sermón predicado por fray Francisco Quiñones. En 1663 llegó el primer libro: Explicatio Apologetica, de 728 páginas, y firmado por Enríquez de Rivera.