Arzú logró sentar a tirios y troyanos a claudicar en la mesa de negociaciones.
Hace algunos años escribí sobre Álvaro Arzú. Entre otras cosas decía que, tal era el protagonismo que ejercía en la vida nacional, que cuando asistía a un velorio él quería ser el muerto. Siempre estuvo en el lindero del amor y el odio. Unos lo amaban profundamente; otros, lo odiaban con toda el alma. Pero como suelen decir los dictadores: no sé si me aman o me odian. Lo importante es que me temen.
En Guatemala, Arzú fue la pieza clave para consolidar el modelo neoliberal que venían impulsando desde los años ochenta las instituciones de préstamo internacional, tal es el caso del Banco Interamericano de Desarrollo -BID- y el Fondo Monetario Internacional -FMI-. Durante dichos años, llamados “la década perdida” por algunos sociólogos, el país había caído en una espantosa mora en el pago de sus créditos externos; a nivel interno no era la excepción.
El FMI, con la actitud que corresponde a los dueños del mundo, obligó a Guatemala a aplicar las medidas de ajuste estructural como condición indispensable para abrir las ventanillas de crédito. Debe recordarse que, durante esos años, el conflicto armado estaba en su punto más álgido. Entre esas medidas estaban: devaluar el quetzal, crear más impuestos, unificar los mercados legales de divisas, concentrar la compra y venta en dólares en el Banco de Guatemala, incrementar las tasas de interés bancario, aplicar el Impuesto al Valor Agregado -IVA-, reducir el tamaño del aparato administrativo y privatizar las empresas del Estado. Efraín Ríos Montt, a regañadientes, había aceptado aplicar el IVA, gravándolo en un 12 por ciento.
En lo político se habían aplicado otras medidas, entre ellas, transformar la política de seguridad del Estado en política de estabilidad nacional, cuyo mando estaba siempre en el Ejército. Este cambio en el giro de la conducción militar del país fue el preámbulo para las posteriores negociaciones de paz que finalizaron con el conflicto armado. Se firmó la paz porque se les terminaron las balas a ambos bandos.
A pesar de que desde los tiempos de Vinicio Cerezo se había comenzado con las recomendaciones del FMI en cuanto a las desnacionalizaciones, fue Arzú quien se despachó con la cuchara grande privatizando todo cuanto pudo, adelgazó sustancialmente el tamaño de la burocracia mediante la figura del retiro voluntario y se aprovechó de la coyuntura político-militar mundial. Por un lado, Estados Unidos le había quitado a Guatemala la ayuda económica para armamento militar; y por otro, la antigua Unión Soviética ya no estaba en condiciones de sostener a la insurgencia; en consecuencia, también se había debilitado dicha asistencia. Con tamañas condiciones, Arzú logró sentar a tirios y troyanos a claudicar en la mesa de negociaciones. Este factor contribuyó grandemente a la consolidación del modelo neoliberal que ha dejado en la miseria a más del sesenta por ciento de la población y en la opulencia al 5 por ciento. Un 35 por ciento estamos entre Jerez y la Frontera.