Cuando bebemos miseria de las manos del fracaso, creemos que no hay límites para la autoconmiseración. Nos odiamos por eso. Y si has estado ahí, en ese rincón nauseabundo, el inicio de Cobra Kai también es para vos.
Lo bueno de la derrota es que no es para siempre, y eso lo sabemos todos. Pero en este momento, Johnny Lawrence lo desconoce, y por eso te atrapará la serie. Desde el principio se intuye el argumento del programa, mas no por eso decepciona. Hacen lo que todo espectador busca: una buena historia relatada de la forma adecuada. Es de aplaudir que la llaga de Karate Kid sigue viva en este primer episodio. Sufre papito, sufre.
Después del odio viene el vacío, y ahí podemos pasar por años, pero, como todo en la vida, siempre hay un punto de quiebre. Ahí empieza lo mejor de la trama. Luego del montaje de las honduras en las que vive Lawrence, vemos que Daniel San (Ralph Macchio) resulta detonando el cambio en Johnny.
Es la arrogancia de Daniel LaRusso la que empuja a Johnny a revivir el dojo de Cobra Kai. Si alguna vez fuiste fan de la saga Karate Kid, esta serie se adivina que será para vos. Ahora que somos adultos y vemos las injusticias de la vida, la experiencia nos hará estar del lado de Johnny. Seremos su porra. Sí, fuimos unos incautos por seguir las enseñanzas de Mr. Miyagi, pero eso terminó.
Aunque no es un tributo a los años 80 del tipo Stranger Things, sí vemos algunos clichés de esa época. La seudoepifanía en estado de ebriedad, manejar enojado y tomado, el fantasma del pasado y creer que la vida te escupe al rostro solo a vos. Pero luego se intuye que en cada episodio nos dirán cómo reivindicarse de la mejor forma. Johnny busca la redención, y nosotros debemos acompañarlo. Seremos sus nuevos discípulos, sus acólitos en el rito de la ruina. Al final, venceremos.
No es posible saber si todos los capítulos serán geniales, pero el primer episodio pasó la prueba. Diálogos, guion, color, fotografía y banda sonora, todo juega bien. Mirá el capítulo 1 en este enlace bit.ly/ep1cobkai. Ya me dirás si tengo la razón, o no (lo digo mientras escucho Sirius, de Alan Parsons Project).
Decepción fílmica: A Quiet Place.
En mi lugar y en silencio me quedé al darme cuenta de que había perdido 70 minutos de mi vida. Pero, cuando leí el nombre de Michael Bay como productor, casi grito en la sala. Esta cinta es un triste intento de imitar a M. Night Shyamalan en el manejo de tensión. Incongruente de principio a fin, incluso con las reglas de ese universo. Iba a mencionar a Avengers: Infinity War: tiene tan malos diálogos, pero no es tan mala.