La creatividad y la innovación son dos condiciones fundamentales de la naturaleza del ser humano; sin embargo, es muy común que, socialmente, desde muy pequeños los seres humanos estén participando de procesos en los que en lugar de lograr mejores condiciones para el desarrollo de esas dos cualidades, lo que sucede es que se inhiben o limitan. Es muy común que a los niños desde temprana edad se les limite el desarrollo de la libertad para crear, en muchas de sus acciones reciben prohibiciones para actuar, de manera que pareciera que lo que se espera de ellos es que hagan lo que se les dice, y nada más.
Es una forma típica de limitar su desarrollo y posibilidades. Se les calla cuando hablan, se les pide que no escriban, que no ensucien, que no jueguen, etcétera. Los niños son curiosos, preguntan, indagan, buscan, crean. La prohibición es permanente, y todos en la mayoría de las familias participan de ello. Considero que mucho de esto está asociado con el modelo educativo con el que fuimos formados; fue un modelo impuesto, aleccionador y de dominación.
Esto hace que la mayoría de los adultos piensen que la mejor forma de educar es la basada en el silencio, en la obediencia, en hacer solo lo que se pide, en hacer solo lo “correcto”. Todo esto nos ha llevado a tener sociedades que no trascienden, tan solo algunos pueden nadar en contra de la corriente, pero la mayoría hace lo que conviene al sistema.
Por otra parte, nuestros niños de 0 a 6 años viven una realidad muy crítica, desde graves problemas de desnutrición hasta exclusión directa o indirecta en el sistema educativo. De esa cuenta, tan solo el 4 % de los niños de 0 a 4 años tienen alguna oportunidad de programas de educación integral para la primera infancia, y el 51.2 % de los niños de 4 a 6 años tienen acceso a la educación pre primaria. El resto está condenado a las mínimas posibilidades para su desarrollo integral.
En muchos casos, los países ofrecen poco para estos niveles; no tienen mucha cobertura, pues los recursos económicos condicionan esta realidad. Por otra parte, la formación de los padres, quienes cuando se les pregunta por qué no envían a sus hijos al nivel inicial o pre primario, dicen con una ignorancia justificada –pues así se les ha formado– que enviarlos para que vayan solo a pintar, cantar o jugar de nada les sirve, y únicamente genera gasto. Esto es el resultado de lo que desconocen, sobre todo, de lo que el sistema ha formado en los adultos.
Lo peor del caso es que pareciera que la indiferencia de quienes tienen la oportunidad de estudiar y de formarse es algo normal. Como quien dice, sálvese quien pueda, pareciera que si el otro no se forma, eso no me afecta; estamos equivocados, pues en la medida que nuestra formación como sociedad sea débil, esto afecta el rumbo del país, el nivel de vida de todos, la seguridad y las oportunidades como sociedad.