El asesinato de los periodistas, Roberto Martínez (guatemalteco 2000) y Ángel Gahona (nicaragüense 2018), confirman que en América Latina aún se mantienen las acciones violentas de aparatos de seguridad que ven al comunicador como un enemigo. No se han superado situaciones violentas que atentan contra un estado democrático, afectando la Libertad de Expresión, ese derecho que tienen las personas de informar y ser informados.
La labor periodística es muy delicada y riesgosa en países de débil democracia; en Estados con comunismo o socialismo sucede lo mismo. Con la diferencia que, para garantizar su vida y no correr riesgos, deben trabajar para el régimen y no se aceptan medios o periodistas que no compartan la política dictatorial del gobierno. De todos modos hay riesgo, censura y autocensura, en el peor de los casos muerte. Podemos decir con certeza que en las últimas décadas no se ha escuchado de periodistas muertos en Cuba, pero sí expulsión, persecución y rechazo de aquellos que de manera virtual han manifestado su rechazo al castrismo, en blogs y sitios web, además de redes sociales.
Dan deseos de preguntarse… ¿no es mejor ejercer la profesión ante un socialismo o comunismo, con una línea definida y comprometida? Habrá cantidad de respuestas, pero pensando en la seguridad y vida de la persona, muchos coincidirán en la misma. Al Estado Democrático le convendría consolidarse mediante una libertad de expresión y de periodismo. Si el baño de tolerancia cubriera al ser humano otra historia sería, pero más aún, si la reflexión y la reconversión llega en cualquier momento para hacer las cosas bien, sin dañar a los demás, no habría necesidad de planes de protección para darle seguridad a los periodistas, por la sencilla razón de que todo lo que se publicaría sería positivo.