La bailarina Martha Graham (1894-1991) decía que la danza era el lenguaje secreto del alma, pues en ella se armonizan el cuerpo y las emociones. Mediante sus actuaciones, pero sobre todo sus coreografías, Richard Devaux compartió su sensibilidad con los espectadores guatemaltecos al concebir montajes tan icónicos como Juan Salvador Gaviota. En ocasión del Día Internacional de la Danza, que se celebra el domingo, repasamos el proceso de algunas piezas creadas por el artista fallecido el 5 de abril.
Inicio del trayecto
Hijo de los fundadores del Ballet Nacional de Guatemala y de la Escuela Nacional de Danza, Richard Devaux Bonge estuvo involucrado con este arte desde muy joven. “Siguió los pasos de su madre para promover el baile profesionalmente, pero pienso que él siempre quiso ser más coreógrafo que bailarín”, explica su compañera de vida, la bailarina Sonia Juárez de Devaux.
Como artista, Richard interpretó una gran diversidad de personajes y se presentó en escenarios de Europa, África y Sudamérica, mas siempre mantuvo la inquietud de crear coreografías. En esta faceta, sus primeras piezas fueron La tarántula, El viaje de Ulises y La casa de Bernarda Alba, que mostraba en festivales de Antigua Guatemala. Además, llevó a escena su particular versión de Alicia en el país de las Maravillas.
Original
Juárez asegura que a Richard nunca le llamó la atención dirigir obras ya existentes, sino trabajar en las propias. Algunas de las coreografías que concibió para el Ballet Nacional de Guatemala fueron El Mesías, El mandarín maravilloso y El segundo movimiento de Aranjuez, creado e interpretado junto a Sonia Juárez en 1975, como una expresión de emociones personales.
Creador de ambientes
En alusión a uno de sus espectáculos más exitosos, Sonia afirma: “Él era un Juan y un Gaviota, que buscaba en sus vuelos sus ideas. Era muy real en cada uno de sus trabajos”. La bailarina indica que esto se notaba en las muchas horas que dedicaba a la creación. En ese lapso, más allá de encerrarse en un estudio, enriquecía sus piezas al escudriñar en los mensajes sumergidos en canciones, culturas y libros.
Por ejemplo, para Brandavana, de influencia hindú, el bailarín se preocupó por conocer la cultura, sus creencias y el misticismo de los Krishnas. “Nosotros vivimos ese proceso. Transformó la casa colocando cortinas de piedras acrílicas, decoraciones de elefantes y quemando incienso”, rememora Juárez. Para El Mesías, su hogar se llenó con elementos angelicales, y en Tres almas de un personaje, basada en la vida del último samurái de Japón, aparecieron guerreros y espadas.
Sensibilidad necesaria
Una vez materializada su idea, Devaux se enfocaba en conducir a sus bailarines por la historia de la pieza. El maestro consideraba que no era fácil interpretar un rol y ofrecer una actuación verdadera sin abordar el trasfondo de las cosas. “Mientras enseñaba, también transmitía el respeto que merece la danza, pues es un arte que se debe realizar por pasión y no por lucro. En cada artista que conoció sembró la semilla de entrega, lo cual permite que el público llegue a una reflexión”, concluye.