No he tenido nunca a la vista el proceso que se sigue en contra de Erwin Sperisen, pero la información de prensa aparecida parecería suficiente, y hasta sobrada, para poner en tela de duda –en absoluta tela de duda, subrayo– las declaraciones que habrían sido prestadas en su contra por el “testigo” Philippe Biret, asesino convicto que fuera condenado en Guatemala por el asesinato de Bernard Bereaud y Marie Antoniette Perriard, una estimada pareja de ciudadanos franceses que no solo era propietaria del restaurante Chez Pierre, sino el alma del mismo, la cocina y el servicio a su cargo –arduas horas de esfuerzo y de trabajo– apenas apoyados por algún asistente.
El juico contra Edwin Sperisen por delitos que habría cometido en la “toma de Pavón”, operación realizada durante el gobierno del expresidente Oscar Berger, se celebra en Ginebra, Suiza, como consecuencia de la nacionalidad suiza del imputado, siendo norma de la Confederación Helvética (Suiza) que esta tiene competencia para juzgar a sus ciudadanos por delitos que se hayan perpetrado en el extranjero, si estos no fueron juzgadoz en el lugar donde fueron cometidos. Edwin Sperisen, además de la suiza, tiene la nacionalidad guatemalteca y al momento en que ocurrieron los hechos “de Pavón” era el director de la Policía Nacional Civil de Guatemala.
El juicio que actualmente se celebra en su contra es el segundo, ya que el primero –juicio en el que había sido condenado– tuvo que anularse por los vicios procesales incurridos (tanto en Suiza como en Guatemala, así como en todos los países del mundo en los que existe un Estado de derecho), se anulan los juicios y sentencias que se originan en vicios procesales y quedan sin efecto alguno, como que si jamás se hubieren dado. Nadie en Suiza, por ejemplo, se atrevería a decir –como más de alguno afirma entre nosotros– que a pesar de que se anula una sentencia, sigue vigente, absurdo jurídico que tan solo tiene cabida –cabida maliciosa– en lo mediático.
Las declaraciones del testigo sitúan al ministro de Gobernación de ese gobierno, Carlos Vielmann, al lado del funcionario policial lo que, de una u otra forma –a pesar de que en un juicio carezca de valor lo declarado en otro– pudieron repercutir en el que, en contra de aquel, ciudadano español, además de guatemalteco, se celebró en España. No existe en ninguno de estos juicios, ni en el celebrado en Austria por los mismos hechos contra Javier Figueroa, subdirector que fue de Investigaciones de la Policía Nacional Civil ninguna jurisdicción universal de por medio y la única razón para que se encuentre conociendo el tribunal suizo y hayan conocido los españoles y austriacos, es el de la doble nacionalidad de los imputados, teniendo jurisdicción estos países para perseguir los delitos de sus ciudadanos, reitero, si no se persiguen donde fueron cometidos.
Philippe Biret, el “testigo” en contra de Erwin Sperisen, es un ciudadano francés, decíamos, que fue condenado en Guatemala por el delito de asesinato (salió antes de los treinta años a que fuera condenado, por redención de pena) y se encontraba cumpliendo la sentencia cuando ocurrieron los hechos de Pavón. Este ”testigo”, al declarar contra Sperisen en Suiza, entró en graves e inaceptables contradicciones –incongruente lo dicho en su primera declaración con lo declarado en la segunda, no coincidiendo ni los tiempos ni las heridas de la víctima con los disparos que le imputa, contradicciones e incongruencias que resultan suficiente para poner en tela de duda –de absoluta tela de duda– la veracidad de lo que afirma, declaraciones que podrían estar, además, relacionadas con su afán de venganza contra un Estado –Guatemala– que le condenó por los asesinatos de Chez Pierre y con la demanda que busca entablar en contra nuestra con el fin de “resarcirse” con dinero.
El asesinato por el cual fue condenado Biret se trata de un escabroso crimen en el que la infortunada pareja fue interceptada cuando iba hacia el aeropuerto para gozar de vacaciones –habiendo sido asesinados y quemados sus cuerpos con el propósito de que no fueran encontrados y, siendo una pareja, un tanto solitaria– cerrado el restaurante familiar hasta su regreso era fácil de esperar que nadie podrían mayor empeño en establecer su paradero. Tres fueron los ciudadanos franceses involucrados en el crimen, uno de ellos, autores todos de los asesinatos conforme lo investigado y aportado a juicio pero uno, prófugo, entiendo que el “líder” se fue de Guatemala y que se escondió en Asia u Oceanía. Entiendo que Biret –posiblemente– haya estado en el lugar inadecuado, con “amigos” inadecuados, a la hora inadecuada y que fue abandonado por sus abogados cuando este y su familia se quedaron sin dinero para continuar con la defensa, extremo que no me consta, pero que, de ser cierto, podría haber alimentado su sed de venganza.
Ha dejado mucho que desear nuestro Ministerio Público-CICIG (por decir lo menos) en el caso de Erwin Sperisen pesando sobre estos el grave señalamiento de que –por no convenir a la acusación planteada– dejaron de aportar testimonios que contradecían consistentemente el de Biret, señalamiento que, a estas alturas, tan solo se puede refutar con hechos. Fracasos MP-CICIG –por llamarlos lo de menos– se dieron también en el caso de los hermanos Valdez Paiz alargado incluso el proceso en este caso ¡increíble, pero cierto! por las maniobras de la acusación y, as, también, las fracasadas acusaciones contra Javier Figueroa (Austria), Carlos Vielmann(España)y Alejandro Giammatei (Guatemala).
Malos “amigos” de todos estos restaban importancia a los asesinatos de Pavón por tratarse de presidiarios las víctimas (la desgraciada limpieza social que no comprende que quien justifica un crimen, los justifica todos y que quien combate el delito con delitos, se hace igualmente delincuente: El ser humano, cada uno, un fin en sí mismo, anterior y superior al Estado), malos “amigos” que en nada contribuyeron a las absoluciones siendo la única defensa, la que fue esgrimida: nada ordenaron, nada ejecutaron y nada consintieron.
Cuidado debe tener el Tribunal Suizo, ya se equivocó una vez (errar es de humanos pero persistir de necios) de juzgar a su ciudadano sin suficiente conocimiento de causa, sin un reconocimiento judicial y reconstrucción de los hechos –a control remoto– ignorante de nuestra realidad inconsistente e incongruente el “testigo estrella”, con respecto a sí mismos y a las pruebas científicas: imposibles las heridas conforme lo testificado. Espero que mis años de estudiante en Ginebra y en Lausanne no defrauden: admirable pueblo multilingüe y plurinacional del que admiré su ponderación, su sentido del deber y su afán de justicia.
Largo nuestro camino por recorrer en Guatemala. El crimen de El Boquerón –trágico ejemplo– habrá de seguir pesando en nuestra conciencia como Estado.