Por: Jorge Sanz J., académico de la Facultad de Gobierno
Hace unos años nadie podría haber imaginado el momento que está viviendo Cuba. La llegada al poder de la revolución a cargo de los hermanos Castro, la exportación de la revolución marxista, la incidencia en la política latinoamericana de los 70 y 80 que generó la dependencia ideológica de muchos líderes, el reclamo de legitimidad moral y la implantación de una dictadura feroz, con miles de muertos, exiliados, desplazados y prisioneros que duró 60 años, empieza a llegar a su fin. Llegó el momento de que la Asamblea del Poder Popular se reuniera para nombrar al nuevo presidente del Consejo de Estado.
El candidato Miguel Díaz-Canel empezará a escribir una historia nueva. No tiene pasado guerrillero, ni en el Ejército. Raúl Castro seguirá siendo la máxima autoridad referencial del Ejército; probablemente seguirá siendo diputado y ejerciendo el poder en las sombras; por lo tanto, el espacio político del nuevo líder parece estrecho. Junto con ello, la economía no se encuentra en las mejores condiciones. Venezuela no es el apoyo que fue en los tiempos de Chávez y Fidel, la infraestructura está deprimida, el gobierno de Trump no ha sido un aliciente para el comercio por las restricciones que impuso a comerciar con empresas con vínculos militares, lo que reduce la oferta (el Ejército controla más del 60 o 70 por ciento de la economía cubana).
El proceso de cambio de un comunismo cerrado y militarizado puede ser inédito, pero Raúl ha hecho cambios que permiten pensar que la sociedad cubana podría aceptar lo que viene. Lo que cuestiona el resultado es el soporte económico. Cuba no es China, que planificó y trabajó la idea de Deng; no es Corea, que lucha por sostener la existencia política y familiar de los Kim; no es un eurocomunismo que apoyado en la eurozona puede sostener sus procesos; es un actor aislado, refugiado en un fracasado Foro de Sao Paulo, y habrá que observar cómo se reorganiza para integrarse al mundo global y apartarse del paradigma comunista cada vez menos atractivo.