¿Qué hace una exanalista de inteligencia durante su baja maternal? Escribir la novela del momento. En Toda la verdad, Karen Cleveland utiliza su arsenal como antigua colaboradora del FBI y la CIA para crear lo que la revista GQ describe como “el thriller del año”.
El debut de Cleveland en la literatura presenta a Vivian Miller, una analista de contrainteligencia de la CIA encargada de destapar células de espías rusos encubiertos en EE. UU. Sin embargo, su brillante carrera da un vuelco luego de revisar la computadora de un supuesto agente y encontrar la fotografía de su esposo.
Toda la verdad fue publicada en Reino Unido por los mismos editores de La chica del tren y próximamente Universal Pictures la llevará a la gran pantalla protagonizada por Charlize Theron.
Extracto*
2
Los pasos se acercan. Los oigo, a través incluso del martilleo de la sangre en mis oídos. El aturdimiento que siento cristaliza, en un instante, en una única orden: «Ocúltala». Llevo el cursor hasta la X que aparece en la esquina de la imagen y hago clic, y el rostro de Matt desaparece sin más.
Volteo hacia el sonido, la parte abierta de mi cubículo. El que se aproxima es Peter. ¿Lo habrá visto? Miro la pantalla: no hay ninguna imagen, solo la carpeta, abierta, y cinco líneas de texto. ¿La habré cerrado a tiempo?
Una molesta voz interior me pregunta qué importancia tiene. Por qué he sentido la necesidad de ocultar la imagen. Es Matt, mi marido. ¿No debería ir corriendo a seguridad, a preguntar por qué los rusos tienen en su poder una foto de él? Empiezo a sentir náuseas en lo más profundo del estómago.
—¿Vienes a la reunión? —pregunta Peter, con una ceja enarcada sobresaliendo por encima del grueso armazón de sus lentes.
Lo tengo delante de mí, con sus mocasines, sus pantalones de vestir color caqui y una camisa abotonada casi hasta arriba. Peter es el analista jefe de la sección, una reliquia de la era soviética y mi mentor durante los últimos ocho años. No hay nadie que sepa más de contrainteligencia rusa. Callado y reservado, resulta imposible no respetarlo.
Y ahora mismo no hay nada raro en su expresión. Tan solo la pregunta. ¿Voy a asistir a la reunión matutina? No creo que la haya visto.
—No puedo —contesto, y la voz me sale extrañamente aguda. Procuro bajarla, intento evitar que me tiemble—. Bella está enferma. Tengo que ir a buscarla.
Asiente, o más bien ladea la cabeza. Su expresión parece serena, imperturbable.
—Espero que se ponga bien — dice, y da media vuelta para marcharse a la sala de reuniones, ese salón de paredes de cristal que es más apropiado para una start-up de tecnología que para la central de la CIA. Lo sigo con la mirada hasta asegurarme de que no voltea.
Volteo hacia la computadora, a la pantalla, en la que ahora no hay nada. Las rodillas me flaquean, me noto la respiración acelerada. La cara de Matt. En la computadora de Yury. Y mi primer instinto: «ocúltala». ¿Por qué?
Oigo a mis compañeros de equipo, que se dirigen a la sala de reuniones. Mi cubículo es el más próximo a ella, todo el que quiere ir a esa sala pasa por delante. Por lo general, aquí no hay mucho alboroto, son los confines del mar de cubículos, a menos que la gente vaya a la sala de reuniones o a la sala de acceso restringido, la habitación que hay justo detrás, el lugar donde los analistas se pueden encerrar para ver los más confidenciales de los archivos confidenciales, los que contienen una información tan valiosa, tan difícil de obtener, que los rusos no dudarían en localizar y matar a la fuente si supieran que la teníamos.
*Fragmento del libro Toda la verdad, de Karen Cleveland, publicado en el sello Planeta. ©2018. Traducción: María José Díez Pérez. Cortesía otorgada bajo el permiso de Grupo Planeta México.