Cuando el calor comienza a aumentar y las jacarandas a brotar, los cucuruchos saben que es tiempo de sacar las túnicas y hacer fila para recoger los turnos. Son fisioterapeutas, ingenieros, chefs o integrantes de fraternidades, pero en Cuaresma cambian de registro para llevar en hombros, o simplemente acompañar, tantos cortejos como les sea posible. El especial Tradición, fe y devoción llega a su fin con las historias de Edson Martínez, Junior Valle, André Catalán y Marlon Flores, cuatro cargadores a los que, además de las procesiones, los une la amistad.
Propias tradiciones
En La Famosa Casa de los Súchiles, en el Barrio de la Merced, Valle, Flores, Catalán y Martínez aparecen ataviados con trajes oscuros. Estamos en el segundo sábado de la Cuaresma y más tarde acompañarán la procesión penitencial de los Siete Dolores de la Virgen (Santuario de San José).
Disfrutar la bebida “oficial” del cucurucho y una empanada, es solo una de las tantas tradiciones que este grupo ha establecido. Junior y Edson se conocen desde hace no menos de 20 años, cuando comenzaron a involucrarse en los cortejos procesionales de Escuintla, departamento del que son originarios. Hace 4 años, a su amistad se sumaron Marlon y André.
Su vínculo, forjado bajo sol, lluvia y entre largas filas, alcanza su punto máximo en esta época, pero se mantiene activo durante todo el año. Además de su reunión “precuaresmal”, tienen un chat grupal en WhatsApp, uno en Messenger y otro en Instagram, dedicado exclusivamente a compartir fotos de los cortejos y memes de cucuruchos. También, confiesan, al final de la temporada votan por el anda mejor adornada o la túnica más bella.
Cinco minutos
Cada uno tiene propios rituales a la hora de cargar: André reza un rosario, Edson recuerda a su padre, Marlon se desconecta del mundo y Junior ofrece su caminata. Mas, los 4 concuerdan en que nada se compara con el momento de colocar el hombro bajo la madera que sostiene la imagen de su devoción. “Son los 5 minutos más felices del año”, atina a decir Valle.
Junior Valle
A los cuatro años, Junior Valle ya era parte en los cortejos infantiles de Escuintla. Por eso, si tuviera que describir su infancia seguramente hablaría de jugar a la pelota y a las procesiones: “Sobre una tabla formaba el Nazareno y los angelitos con plastilina, ponía mi casete con marchas y hacía mi alfombra con aserrín que recogía en Semana Santa”.
El padre de Junior, fallecido hace ya muchos años, era devoto de Jesús de los Milagros (San José). Desde 2006, él ha cargado este cortejo de forma consecutiva. “Mi mamá me dejaba en las filas y se marchaba, pero esa vez se quedó, me vio cargar y al final nos abrazamos. Sé que siempre estará en una calle esperando ver al Nazareno”, afirma.
André Catalán
André Catalán es el único cucurucho de su familia. “Después de Navidad me entra la desesperación y comienzo a escuchar marchas”, dice. Criado en el Barrio Gerona y formado en el Colegio Betanzos, su afinidad con el Cristo del Amor surgió de forma natural.
En 2005, con 12 años, André alcanzó la estatura que le permitió cargar en Santo Domingo, pero también en San José. Desde entonces, Jesús de los Milagros se convirtió en la imagen de su devoción. “Espero mucho la procesión del Jueves del Silencio, ya que uno comienza a ver todo de otro color”. Agrega que en Guatemala la Cuaresma es única y no imagina su vida sin esta tradición.
Marlon Flores
Residente en el Barrio Gerona, el Señor Sepultado de Santo Domingo siempre ha sido parte de la vida de Marlon Flores, pues su padre y su tío fueron cargadores. Comenzó en las procesiones infantiles de La Merced, Candelaria y el templo dominico, y llegó a las “ligas mayores” en 2005 con el Cristo del Amor.
Aunque acompaña casi todos los cortejos de la época, en su corazón Marlon guarda un sitio especial para Cristo Rey (Candelaria). “Espero mucho el Jueves Santo. Un año cargué en San Sebastián y con solo ver el anda acercarse empecé a llorar como Magdalena. Este día me mueve”, cuenta.
Edson Martínez
A diferencia del resto de sus amigos, Edson Martínez nunca participó en los cortejos infantiles. Sin embargo, la Semana Santa se le grabó en el alma por medio de 2 recuerdos: su padre cargando cada Viernes Santo en Escuintla y los anuncios de Canal 7 que de fondo musical tenían la marcha Bodas de Oro.
Edson comenzó a cargar en 2000, con una túnica prestada. Desde ese momento, la devoción se hizo tan grande que ahora se levanta pensando en ir a una procesión. “Una vez mi papá me subió a un balcón, cerca del Santuario de Guadalupe, y me dijo que desde ahí se miraba Jesús de los Milagros. Lo que más deseo en la vida es que sea Domingo de Ramos. Podría morirme cualquier día después de esta fecha”, indica emocionado.