Por: Héctor Mancini, Universidad de Navarra
En su residencia de Cambridge, falleció a los 76 años el famoso científico y divulgador de la ciencia
Stephen Hawking. Nacido en Oxford en 1942, y se convirtió probablemente en el científico más popular desde Albert Einstein. Por el alcance popular de su legado, en los medios se han extendido estos días palabras como agujeros negros, radiación de Hawking, gravedad cuántica y otras por el estilo, que se aplican a realidades o ideas científicas muy ajenas a nuestra experiencia cotidiana. En este campo nos dejó libros que se convirtieron rápidamente en best-sellers, en los cuales plasmó las claves de su pensamiento. Pero en este artículo me gustaría al menos resaltar un aspecto de sus actividades que no suele comentarse, ni ocupar ningún lugar en la prensa. Se trata de su relación con la religión católica. Al respecto, lo primero se debe destacar es que Hawking no era un científico creyente. Sin embargo, contribuyó a aclarar cuestiones científicas y ayudó a buscar la verdad en el llamado diálogo “Ciencia-Fe”, con su participación en congresos de la Academia Vaticana de las Ciencias. La Iglesia promueve la ciencia, apoya y consulta a científicos del máximo nivel mundial para construir y perfeccionar sus doctrinas. De hecho el Vaticano sostiene una Pontificia Academia de las Ciencias, cuyo fin principal es asesorar al Papa, está integrada por científicos notables. Entre otros, por ganadores de premios Nobel, este era el caso de Hawking, como se puede comprobar en la página web del Vaticano. Allí aparecen desde su biografía hasta sus más importantes contribuciones y publicaciones. Hawking era un luchador incansable contra una enfermedad degenerativa que lo dejó inmóvil y sin habla, pero que respetó esa mente brillante y aguda y esa fuerza de voluntad de hierro que poseyó hasta el final, y que le permitieron mantener su gran actividad y sus contribuciones al conocimiento y al bien común. Su capacidad científica y de lucha es un valioso ejemplo para los millones de personas que lo admiramos profundamente. Stephen Willian Hawking: muchas gracias y descansa en paz.