El Día Internacional de la Mujer fue tristemente opacado por una manifestación con falta de tacto político. No critico el deber ser de una feminista, y tampoco sobre el derecho de su libertad de expresión, pues todos tenemos ese sagrado derecho; sin embargo a muchas que luchamos por espacios de reivindicación en diferentes campos, nos deja incertidumbre con respecto al carácter evolutivo del movimiento feminista en nuestro país. A qué me refiero con ello, pues las reivindicaciones de mujeres no solo se limitan por el factor de nuestro sexo, es decir, nuestra “santa vulva”, también se cuenta con intelecto increíble que han aportado a la vida de muchos seres humanos, y por supuesto, al logro de la equidad, que es lo que se pretende ser.
Como mujer no estoy ofendida por la manifestación, sino me siento más ofendida por la cobertura mediática del mismo, la que en vez de entrevistar a figuras que han aportado al país en su cambio de paradigma hacia la equidad de género, lo único que vimos fue una vulva. A mi criterio, creo que nosotras mismas nos disparamos al pie al tratar de hacer una manifestación cargada de rebeldía, carente de estrategia; nos cuesta comprender por soberbia que el status quo le duele más que ataquemos con posiciones legítimas de mujeres guatemaltecas, y visibilizar el aporte diario que realizan al país, y exponer casos reales y vigentes en las que las mujeres han sido excluidas solo por el hecho de ser mujer.
Para demandar que se cumplan nuestros derechos, también debemos construir con inteligencia para lograr pequeñas y sostenidas conquistas. Guatemala está preparada para que más mujeres con ingenio y creatividad asuman nuevas posiciones vanguardistas del feminismo; quienes han trabajado para superar los roles del modelo machista, que aún está vigente en todas las esferas de nuestra cotidianidad, del cuál invito a todas que no debemos callar o bajar la guardia, sino que construyamos espacios de Sororidad para que no nos sigamos dividiendo, y que podamos apuntar a fines comunes, pequeñas conquistas perdurables en el tiempo. La palabra sororidad se deriva de la hermandad entre mujeres, el percibirse como iguales que pueden aliarse, compartir y, sobre todo, cambiar su realidad debido a que todas, de diversas maneras, hemos experimentado la opresión.