sábado , 23 noviembre 2024
Inicio Del “compromiso” narrativo al práctico (II)

Del “compromiso” narrativo al práctico (II)

Más adelante, en el camino de la narrativa breve surgieron relatos que además de contener propuestas de los anteriores autores, tuvieron una carga social muy fuerte que empezó a ser parte de su estrategia discursiva.

Quizá ya con la Revolución en Cuba, los inicios de la Guerra Fría y los comienzos de la Guerra Civil en Guatemala, los autores escribieron historias de problemas sociales e ideológicos en torno a los conflictos. Entre ellos, la narrativa breve de José María López Valdizón, cuyo libro La vida rota obtuvo el Premio Casa de las Américas en 1960. El autor fue desaparecido en 1975.

Fuera de las fronteras, los escritores del conocido Boom latinoamericano publicaron libros con narrativa breve que hasta hoy son fundamentales para comprender este período histórico. Algunos de ellos fueron Gabriel García Márquez, Julio Cortázar, Jorge Luis Borges, Alfredo Bryce Echenique, Juan Carlos Onetti, Mario Benedetti y Luisa Valenzuela. Mientras que en Guatemala, autores como Mario Payeras y Carlos Navarrete pertenecieron cronológicamente a una generación que ha sido llamada “comprometida”.

¿Qué onda, muchá?

De los años 70 para finales de los 90, la literatura tuvo otros interesantes giros, tanto discursivos como narrativos. Fueron 4 o 5 autores los que marcaron una narrativa breve, experimental, social y fantástica, como apartándose de lo canónico y acercándose a la Literatura de la Onda. Esta tuvo sus inicios en México, especialmente con José Agustín y su obra ¿Cuál es la onda?

En México, los protagonistas de esa corriente eran jóvenes clasemedieros, estudiantes de la Universidad Autónoma de México, que con guitarra en mano, las greñas largas, un par de puros entre pecho y espalda, una camiseta del Che Guevara, pero suspirando por la música ranchera, ofrecían un perfil “ondero”. Su lenguaje era híbrido, entre coloquial y culto, entre inglés y español. Igual eran sus gustos musicales, pues así como podían amar a los Rolling Stones, adoraban a José Alfredo Jiménez; y estaban atraídos por John Lennon, pero también por Cuco Sánchez.

Sus relatos, no grandes textos u obras epopéyicas, contaban historias cotidianas y situaciones aparentemente irrelevantes, pero narradas con técnicas de monólogos, experimentaciones en el lenguaje, el tipo de letra, la diagramación y la gramática.

Uno de los fragmentos del texto de José Agustín muestra algunas de estas características. En este relato, dos personajes se conocen: son de estratos sociales distintos, pero intentan tener una relación, por lo que deciden visitar algunos moteles:

“Oliveira o Baterista o Cuasimudo para Erre, despegó la mejilla y miró a la muchacha con ojos profundos, conmovidos y sabios al decir:

me cae que no te entiendo.

Sí, insistió Erre con Erre, quisiera leer tus fingers.

La mand, digo, la mano querrás decir.

Nop, Cuasi, yo sé leer la mano: en tu caso quisiera leerte los dedos.

Trata, pecaminosa, pensó Oliveira.

pero sólo dijo: trata”. (José Agustín. La tumba. Revelaciones de un adolescente, 2ª. Edición, Editorial Novaro, México, 1967).

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