“Lo más importante es que pueda dejar un granito de arena en los niños para que puedan ser buenas personas y profesionales”, comenta la exnadadora guatemalteca Karin Slowing, quien, después de su episodio como deportista, acumula 35 años en la captación y formación de talentos desde su academia Acuática Slowing, a la que le dedica mente, alma y cuerpo.
Disfruta de su etapa como entrenadora, y no es para menos. Exprimió hasta la última gota de sudor de deportistas de alto rendimiento como Gisela Morales, Melanie Slowing y Valerie Gruest, su hija, durante su etapa de formación en el alto rendimiento.
“Dejé de hacer deporte durante 18 años”, dice la representante nacional en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 1984, lo cual le causó problemas de salud. Sin embargo, hace 1 año retomó la práctica deportiva como antídoto a sus males, y con una voz alborozada afirma: “Es muy lindo poder seguir con el deporte. Correr me gusta mucho porque uno tiene la oportunidad de convivir con otras personas”.
Gracias al ejercicio físico “ya no uso insulina, no tengo la presión alta, ni padezco de la espalda”, destaca la formadora de 50 años, que en la actualidad desarrolla sus estrategias con un grupo de no menos de 18 niños, a quienes ve como “una nueva generación con potencial” para la natación de Guatemala.
“Lo más valioso que me dejó el deporte es la disciplina, la confianza en sí mismo, la perseverancia y todos los valores del olimpismo, sobre lo que es el juego limpio. Esto también lo trato de inculcar a mis alumnos, porque hacer un récord o ganar una medalla no es lo más importante, sino que se gocen lo que están haciendo”.
Aunque desconoce detalles de lo que su hija Valerie realiza como atleta en Estados Unidos, pues afirma que ya ha cumplido como madre en haberla formado, el éxito de la joven embajadora ha sido su mayor trofeo.