Las sufragistas, la filósofa Simone de Beauvoir, la actriz e inventora Hedy Lamarr, la escritora Maya Angelou, la periodista Gloria Steinem o la activista Malala Yousafzai. Si algo nos han enseñado los libros es que las mujeres que escriben la páginas de la historia no son aquellas que llevan el vestido más bonito, sonríen y callan; sino las que participan, buscan su desarrollo integral y la igualdad. Esas que se educan, conocen sus derechos y que aunque alguna vez los vean vulnerados, tienen el valor de dar un paso al frente y decir Me Too (Yo también). Claro, las mujeres nacen, pero realmente es en el hogar, su primer entorno social, el que las fortalece hasta convertirlas en magnolias de acero.
Importancia de lo cotidiano
¿Ha escuchado aquello de: “Si es niña no hay caldo de gallina?” De acuerdo con la psicóloga Emma López, este dicho popular refleja la idiosincrasia guatemalteca de que al nacer un niño se celebraba, pero si era una niña se escondía a las madres. “La inteligencia emocional se crea a partir de la cotidianeidad. Desde que los padres se enteran que tendrán una hija deben valorarla como ser humano y no por su origen biológico sexuado”, explica.
López afirma que la tarea de los progenitores es darle a su hija herramientas que la ayuden a desarrollarse y no crearle una burbuja que limite su capacidad de analizar. “Se escucha mucho el ‘mi princesita’ que, aunque expresa el cariño de un papá, refuerza el concepto de siempre niña y siempre protegida. Eso no la robustece para un ambiente público”, indica la experta.
La psicóloga suma otro elemento clave, la interacción en el hogar: “Un padre puede decir lo importante que es su hija, pero si no le da un lugar de respeto a la madre, el mensaje que le transmite es que un hombre puede tratarla de esa forma. La autoestima de alguna manera es heredada”.
Ánimo
Fortalecer a las niñas incluye otras dos palabras: “Sí puedes”. “Cuando una niña juega, lo que más oye es ‘cuidado’. En realidad todos tenemos que cuidarnos, pero debemos asegurarles que sí pueden hacer las cosas, que deben animarse, apropiarse de su cuerpo, tener autonomía y poder de decisión”, revela López.
La experta, sin embargo, reconoce que los padres enfrentan una gran presión y responsabilidad. “Deben calmarse y empezar por la propia reconstrucción, verse al espejo y analizar qué mensaje mandan. Viene bien una revisión particular, educarse con libros y, de ser posible, someterse a psicoterapia. Si estamos sanos, también nuestros hijos”, matiza.
¿Qué pasa después?
Si bien el primer paso se da en casa, la educación formal también es clave para niñas y adolescentes. “Una persona que lee no es fácil de convencer, ni de engañar. Es decir, este hábito abre la mente a infinitas posibilidades”, señala Karen Ramos, coordinadora del Programa de Protección y Seguridad Infantil y Juvenil.
La socióloga Ana Silvia Monzón considera primordial conocer la historia de las mujeres, tomar la palabra, y apropiarse y ejercer sus derechos como ciudadanas. A esto, Ramos suma la importancia de procurar una educación universitaria: “Esto le permitirá tener una vida propia, sin depender de nadie, y saber que tiene opciones en el mundo”.
El proceso no estaría completo sin un tema esencial: reconocer nuestro cuerpo. “Amarlo significa cuidarlo. Llenémoslo de emociones sanas, espiritualidad y buena alimentación. Rodeémonos de gente que transmita alegría y pongamos atención a lo que ingresa por nuestros ojos y oídos”, puntualiza Ramos.