Hablar del ciclismo femenino guatemalteco es hablar de María Dolores Molina, quien tenía la virtud de expresarse a bordo de una bicicleta, una pasión que la situó en la palestra del deporte nacional y que, a sus 51 años sigue, corriendo por sus venas.
Siempre estuvo involucrada en el deporte, debido a su hiperactividad sus padres le inculcaron disciplinas como equitación y gimnasia; sin embargo, fue en el ciclismo en el cual logró sobresalir.
“No se me quita el vicio de la bicicleta”, reconoce Dolores Molina, pedalista que entre 2000 y 2010 dio de qué hablar, por su intrepidez y valentía para devorarse los asfaltos con su caballo de acero y conquistar múltiples preseas, incluso, disputar unos Juegos Olímpicos.
“No llevo un plan de entrenamiento específico, pero lo sigo haciendo, me gusta montar bicicleta y toda vez tenga salud viviré para cumplir mis sueños”, apunta, y agrega que a veces compite en categorías másters.
Durante el ciclo olímpico se adjudicó la medalla de oro en contrarreloj y plata en ruta en los Centroamericanos 2001, además del oro en los Centroamericanos y del Caribe 2002 y la plata en los Panamericanos 2003.
Fabricó su propio camino en un deporte considerado para hombres hasta disputar las justas de Atenas 2004, la primera y única que solventó, y en la que se convirtió en la primera mujer chapina que intervenía en ciclismo.
“Ahora que veo a los demás atletas, tengo que estar muy agradecida. Estuve en 1 ciclo olímpico, 4 años como profesional de forma intensa, al final llegar a unos Juegos Olímpicos es lo mejor”, subraya.
Sobre todo, la atleta se gratifica porque a pesar de que, a diferencia de otros deportistas, quienes se inician desde niños, ella se involucró en el ciclismo a los 29 años, y la edad no fue impedimento para brillar.
Uno de sus mayores deleites fue también haber ganado 1 Vuelta en la categoría máster contra hombres: “Eso me dio bastante autoestima y fortaleza”, sentencia Dolores Molina, quien también fue viceministra de Deporte y Recreación de 2011 a 2012. Bryan Anton