Entre 1986 y 2012, Lenín Fernández y sus baquetas fueron las responsables de encender la batería de Alux Nahual. Y, aunque ese instrumento fue su gran amor, su pasión por la música lo llevó a explorar otros terrenos hasta convertirse en compositor, productor y gestor cultural. El guatemalteco, de 59 años, falleció la tarde del lunes en el Hospital Roosevelt, a causa de un infarto. Junto a algunos de sus compañeros y amigos, recorremos algunas facetas de su carrera.
Un Alux
Rodolfo Lenín Fernández Paz nació en Guatemala en 1958. El 31 de octubre de 1986, justo durante su 28 cumpleaños, se unió a Alux Nahual, como baterista. El chelista Paulo Alvarado, uno de sus compañeros en la banda de rock, lo describe como un personaje importante que llegó para darles fuerza, no solo en expresión musical, también en la organización de conciertos.
Para el músico Ranferí Aguilar, guitarrista de la agrupación, el estilo Fernández estuvo marcado por su formación autodidacta. Esta, asegura, le permitió crear una personalidad propia de ejecución y disposición natural al ritmo. Si de percusiones se trataba: “era inquieto y quería lograr lo que no era normal”, indica.
Más allá
Fernández dejó Alux Nahual en 2012 y aunque con a esa banda vivió una de las mejores épocas del rock nacional, su legado va mucho más lejos. Ferviente impulsor del talento local, también produjo discos para artistas como Magda Angélica y Tavo Bárcenas. Uno de sus últimos trabajos fue en Hoy, el material de Armando Pineda, que verá la luz a principios de abril. “Te prometo terminar todo lo pendiente, que tu energía permanezca por siempre y se expanda por el mundo como tu música y tus ideas”, escribió el cantautor Pineda en su cuenta de Facebook.
Su inquietud por innovar lo hizo crear, junto al ceramista Carlos Chaclán, las tonajas, un instrumento musical basado en tinajas. Como artista experimental además formó parte de proyectos como El Hacedor de Lluvia y la Orquesta de la Papaya, integrada por músicos centroamericanos.
El amigo
Su carisma y autenticidad no solamente cautivaron los oídos de su público, también los corazones de quienes llegaron a verlo como un amigo. El escritor Javier Payeras destaca su personalidad sincera y directa, que buscaba la unidad de Centroamérica por medio de los sonidos. “Nos conocimos a finales de los 90 en La Bod eguita del Centro. Desde ese entonces percibí que su visión se enfocaba en abrir fronteras. Trabajaba por ayudar a los demás y promover la cultura”, concluye.