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Realista y mágico, el arte despide a Elmar Rojas

la pintura, Elmar René Rojas le dio personajes que, más que a aterrizar sobre un lienzo, encontraban su camino hasta la superficie entre capas de color. Al arte guatemalteco le regaló escultura, promoción y un Ministerio de Cultura y Deportes. A sus amigos, les mostró su generosidad, simpatía, sus cantos, y uno que otro baile de La Macarena. El artista fue, efectivamente, un obsequio de la naturaleza que, aunque ayer con 75 años abandonó este plano, vivirá eternamente en su obra.

Obra potente

Como “una de las figuras más visibles del arte nacional” describe el artista Guillermo Monsanto a Elmar René Rojas Azurdia. El pintor y escultor, tal vez el más exitoso de la generación del 60, nació en San Raymundo en 1942, y se formó tanto en la Escuela Nacional de Artes Plásticas como en Perugia (Italia), París (Francia) y Madrid (España).

De acuerdo con Monsanto, Rojas fue un colorista conocido por texturas visuales muy particulares, pero sobre todo por plasmar la coyuntura de una manera muy práctica: “Sus piezas en realidad mágicas eran, y probablemente no podemos incluirlas en un realismo mágico, pero sí dentro de una contemporaneidad que se nutría del imaginario guatemalteco. En los años 60 y 70 su obra fue muy potente al retratar y reflejar los horrores del conflicto armado interno”.

Para el escritor Francisco Alejandro Méndez, lo que Rojas logró en el color solo es comparable con lo que Miguel Ángel Asturias hizo en la palabra.  “Captó muchos momentos políticos convulsos mediante sus personajes. En una ocasión me contó que conversaba con ellos, ponía varias capas de pintura y luego comenzaba a escarbar como que si de un arqueólogo se tratara. No era cuestión de solo dibujar o pintar”, asegura el autor.

Legado

Según Monsanto, el creador, que junto a Marco Augusto Quiroa y Roberto Cabrera fundó el grupo Vértebra, marcó a por lo menos dos generaciones de artistas nacionales. Mientras, el pintor Rudy Cotton, director del Museo Nacional de Arte Moderno Carlos Mérida, lo califica como “un regalo de la naturaleza” similar a Efraín Recinos, Joaquín Orellana o Jorge Sarmientos.

Sin embargo, Rojas traspasó la plástica, y probablemente su gestión cultural más recordada sea haber creado, en 1986, el Ministerio de Cultura y Deportes, que dirigió durante 1 año. “Elmar nos deja un legado de identidad difícil de superar. La muerte no cree en espantapájaros; el arte, por fortuna, sí”, escribió ayer José Luis Chea Urruela, titular de esa cartera, aludiendo a la serie del pintor.

A Rojas lo recordará la cultura, y a Elmar, sus amigos. Para Cotton, fue una persona sensata y tenaz, que siempre decía lo que pensaba y con quien podía conversar acerca de la realidad del país. Monsanto, agrega: “Fue muy humano, simpático, alegre y dicharachero. Le gustaba bailar La Macarena y cantar. Tenía grandes sueños, y era un padre amoroso y generoso”.

Su trabajo puede observarse en colecciones en países como Italia y Francia, y también en el popular Museo de Arte Metropolitano de Nueva York, EE. UU. Actualmente, sus piezas también están expuestas en el Museo de Arte Moderno Carlos Mérida, como parte de la muestra Los 5 estorbos vivientes, inaugurada hace tan solo cuatro días.

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