domingo , 24 noviembre 2024
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Un descubrimiento: la correlación entre ayudar en casa y tener éxito en la vida Gerardo Castillo 

 

Profesor de la Facultad de Educación y Psicología de la Universidad de Navarra

Para mantener y educar a sus hijos, los padres trabajan y se sacrifican. Los hijos (según su edad y capacidad) deben corresponder ayudándoles en algún aspecto del trabajo del hogar y evitando sobrecargarles, por ejemplo manteniendo ordenado su cuarto y haciendo su cama. Además, deben aceptar algunos encargos (poner y recoger la mesa, sacar la basura, regar las plantas, etc.). Pero actualmente no es frecuente que los hijos colaboren en las tareas domésticas. Veamos por qué.

Una de las causas es la falta de tiempo. Al exceso de deberes escolares señalados por algunos profesores se suma un exceso de actividades extraescolares promovidas por algunos padres.

Con este tipo de actividades se evita la ociosidad, se fomentan ocios formativos y aficiones valiosas que, con frecuencia, son el despertar de una vocación profesional determinada. El problema no son tales actividades, sino su exceso. Hay padres que consiguen armonizarlas cada día con los deberes escolares y la ayuda en casa, pero también existen casos en los que se produce la extensión a la edad infantil del afán adulto por “hacer currículum”.

Hace poco tiempo pude escuchar a un padre cómo presumía ante otros: “Mi hijo hace cada semana seis cosas: yoga, judo, baile, guitarra, grafitis y robótica”. Ese comentario suscitó una rápida respuesta: “Pues el mío hace ocho…”.

La psicóloga Madeline Levine en su libro Teach Your Children Well sostiene que esa actitud paterna suele ser propia de padres que proyectan en los hijos una insatisfacción personal; quieren que consigan lo que ellos no pudieron conseguir. Con ello están enviando a los hijos este mensaje: “Tu instrucción personal importa más que el servicio a los demás”.

Estos padres quedarán muy sorprendidos cuando sepan que algunas investigaciones actuales han hallado que muchos profesionales brillantes y con buenas calificaciones en su anterior etapa de formación ayudaban eficazmente en su casa. Esto se debe a que esa experiencia favorece que los hijos tengan más confianza en sí mismos, sean más laboriosos y fortalezcan su carácter, factores fundamentales para el aprendizaje.

Marty Rossman, profesor de la Universidad de Minnesota y autor de un estudio longitudinal sobre la importancia de las tareas domésticas, halló que uno de los factores claves para predecir si un niño triunfará –laboral y personalmente– en el futuro es si tenía o no encargos en su casa cuando era pequeño.

La investigación de Rossman sostiene que las tareas domésticas proporcionan a los niños un sentido de competencia y servicio a los demás, que es lo propio de la familia. El mismo investigador añade que si no se les pide que hagan nada en casa, los hijos piensan que todos deben estar a su servicio; además, crecen con una idea distorsionada de la vida.

Los niños de ahora se están acostumbrando más a recibir que a dar. Se les deja solos jugando con videojuegos, navegando por Internet o viendo la televisión, sin ningún control o exigencia.

Cuando los niños colaboran en casa, aprenden que son miembros valiosos de la familia y que, además, tienen una responsabilidad hacia ella. Esta enseñanza podría perderse si los padres minusvaloran las tareas del hogar.

Es muy aconsejable que los hijos empiecen la ayuda en casa en la primera infancia porque a los pequeños les encanta trabajar con sus padres e imitarlos. Si se espera a la edad adolescente para pedirles esa colaboración, lo más probable es que no lo entiendan.

Es fundamental adaptar los encargos a la edad y gustos de cada hijo y presentarlos como una prueba de confianza de sus padres y una forma de solidaridad con su familia, y no como una mera obligación.

En algunos casos convendrá asignarles un determinado encargo para corregir un defecto. Por ejemplo, a un hijo muy desordenado se le pide que ordene cada día el cuarto de juegos. Este criterio no lo comprenden algunas madres: “Es un encargo absurdo, porque el hijo lo hará mal; prefiero hacerlo yo misma”. Esa incomprensión procede de anteponer la eficacia (casa bien ordenada) a la mejora de la persona (hijo educándose).

Por último, es conveniente explicar a cada hijo que el encargo que se le ha asignado no debe verlo como su única ayuda familiar; lo educativo no es realizar una tarea concreta, sino compartir la responsabilidad de mantener vivo el fuego del hogar.

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