El escritor nicaragüense Sergio Ramírez, ganador del Premio Cervantes en 2017, presentó ayer en Guatemala con una voz serena y una sonrisa tranquila su más reciente obra, Ya nadie llora por mí, con la misma franqueza y sinceridad de siempre, porque ese premio solo fue un viento de cola que lo impulsa a seguir.
“Lo único que siento es que me han dado un viento de cola para continuar con la escritura”, dijo a Efe este hombre de pluma ávida, aunque reconoció que hasta mayo, por las obligaciones y viajes que le han ido surgiendo, no podrá recuperar su rutina diaria.
Pero será entonces cuando vuelva a esos hábitos que lo llevan a dedicarse en cuerpo y alma a su única y verdadera vocación: “Yo vivo en un estado de gracia, que es levantarse todos los días a las ocho de la mañana y ponerse a escribir hasta la hora de comer. Eso es un privilegio”.
Y es que el Premio Cervantes, que ha recibido por primera vez un centroamericano, no lo ha cambiado y seguirá haciendo lo único que sabe hacer en su vida, escribir, porque fue la literatura, según él mismo recuerda, la que le dio la libertad de expresarse de lo que fuera sin depender de nadie.
Con una risa franca y cómplice, Ramírez insistió en que la carrera de un escritor “se hace ladrillo a ladrillo, porque es como construir una pared”, y recordó que él seguirá por ese camino para liberar sus ideas a través de la pluma y ordenarlas en un papel en blanco.
Este hombre, apasionado de la literatura y con vocación de gestor cultural, tuvo claro desde los 25 años que sería un escritor, pero no uno cualquiera, sino de esos que indagan en las realidades de la sociedad para dejarlas patentes sobre el papel.
Es así como en Ya nadie llora por mí, su más reciente novela, que presentó ayer ante más de un centenar de oyentes en la capital centroamericana, recupera al comisario Dolores Morales, que apareció por primera vez en El cielo llora por mí.
Una saga que aún no tiene claro si continuará, pero de la que hasta el momento se sabe, por esta obra, que Morales, un antiguo guerrillero que luchó contra los Somoza, tiene que adaptarse a un nuevo medio tras la derrota sandinista, a pesar de seguir como policía.
Ya nadie llora por mí es una “novela que navega con sus propias alas” y que sobrevolará ahora Guatemala, como ya lo hacen otras de su autoría, como Castigo Divino, que en 2018 cumple 30 años, y Margarita, está linda la mar, ganadora del Premio Alfaguara de Novela 1998, que cumple 20.
*EFE