Quizá deberíamos preguntarnos ¿cuál vieja política? En términos generales no existe ni vieja ni nueva política. Hay buenos y malos políticos, políticos honestos y políticos marrulleros. Punto. Para qué darle tantas vueltas al asunto.
La política es concomitante a la historia del ser humano. El hombre, en sí mismo, es un animal político, característica que le ha permitido buscar y ejercer el poder como una manera de realizar cambios en su entorno cultural, social y
económico.
De esta forma, la política está íntimamente ligada al poder, cualquiera que sea su expresión. Se ejerce política en el poder económico, en lo religioso, deportivo, académico.
Incluso, se ejerce política en el núcleo familiar. ¿Acaso usted no ejerce su cuota de poder como padre o madre, o como hijo, nieto, tío, abuelo?
Existen muchas definiciones de política. Algunos indican que es el arte de crear consensos; el arte de gobernar; el arte de tomar, mantener o debilitar el poder. Otros dicen que política es el arte de transigir, de negociar (en el buen sentido del término).
También se dice que en política no hay nada escrito, toda vez, que está ligada a las pasiones, aspiraciones, necesidades, intenciones y creencias que los seres humanos tenemos frente a la vida pública y también a nuestro ámbito privado.
En el ámbito público existen diferentes maneras de ejercicio político, que nada tienen que ver si se trata de vieja o nueva política. Alrededor de esta visión surgen los más encarnizados debates, y muchas veces, un sinfín de argumentos sin sentido.
Como puede verse este fenómeno es que, por un lado, existe una clase de políticos que han hecho del poder público su mina de negocios personales, transas ilegales, corruptela desenfrenada, equivocado ejercicio de la cosa pública para su propio beneficio. Si a esto se le llama vieja política me parece que es meter a todo el mundo en un mismo canasto, y eso no es justo.
A través de la historia humana, han existido políticos de esta calaña, pero también han florecido hombres y mujeres dignas de respeto y admiración por su conducta recta, sus principios éticos y morales dignos de imitar.
Hablar de vieja y nueva política es abordar el problema en forma simplista; y en este error de generalización se puede caer en un terreno pantanoso que no lleva a identificar los verdaderos problemas de un inadecuado ejercicio del poder
público.
Nadie puede asegurar que un político nuevo desempeñará sus funciones de manera cristalina y honesta porque esto está en el fuero de cada uno, según sus patrones de crianza, sus principios éticos y morales y su formación ciudadana. Me parece que lo que está en evidencia es que vivimos en un mundo decadente, en donde se ha perdido todo sentido ético y compromiso ciudadano en el ejercicio de la cosa pública. Una sociedad individualista en la que prevalece el interés personal por sobre los intereses colectivos; cada uno ve el derecho de su nariz, importándole un bledo los demás.