Su eslogan no miente y “Café & Nostalgia” se saborean a partes iguales al ingresar en La Tacita de Plata. Ubicado en los bajos del edificio Engel (11 calle 6-11, zona 1), este espacio cuida al máximo cada detalle con la misión de ofrecer a sus clientes experiencias y no productos.
Estilo propio
Por dentro y por fuera, La Tacita de Plata reluce. Una lámpara art déco por acá y unas suculentas por allá, como indica Luis Felipe Herrarte, cofundador del local, “este es una mezcla de distintos estilos arquitectónicos que no obedece a una tendencia actual de diseño”. Eso, precisamente, es lo que le da un encanto sin igual.
Más que un regalo a los ojos, este espacio es un deleite para amantes del café. “Estamos muy orgullosos de lo que se produce en Guatemala y por eso utilizamos métodos artesanales. El barista se involucra, le da a la bebida un toque personal y así deja de ser producto para convertirse en una experiencia”, señala Herrarte.
El menú hace un guiño al Centro Histórico con platillos bautizados como algunos de sus barrios más emblemáticos: La Recolección, San José y Moderno. También La Merced, que consiste en un baguette relleno de carne de res en recado de hilachas, aguacate en lascas y cebolla morada. Algo más, en La Tacita de Plata no tienen inconveniente en servirle un desayuno a cualquier hora del día.