No cabe duda que el sexismo en la política es un fenómeno global y no tiene relación con el origen, el apellido de casada, o que haya ido a la mejor universidad, es un problema histórico de luchas y reivindicaciones de género. Esta reflexión me llevó a buscar sobre los actos de la vida cotidiana a las cuales muchas mujeres incluyéndome estamos expuestas en pleno siglo XXI. Primero busqué el término micromachismo; y según el psicoterapeuta español Luis Bonino Méndez en 1991 lo designa como “Sutiles e imperceptibles maniobras y estrategias de ejercicio del poder de dominio masculino en lo cotidiano, que atentan en diversos grados contra la autonomía femenina. Hábiles artes, trucos, tretas y manipulaciones, con las que los varones intentan imponer a las mujeres sus propias razones, deseos e intereses en la vida cotidiana”.
Actualmente este tipo de comportamiento lo hemos “normalizado”, ya que los micromachismos son acuñados por hombres y mujeres. Mayoritariamente utilizado por hombres para ubicarse en un lugar preferencial de dominio, reafirmando el rol tradicional del hombre hacia la mujer, y viceversa.
En pocas palabras, para recordarnos que nuestro lugar era en la casa y que se nos ha otorgado ciertas libertades gracias a ellos; y que no quiere decir, que esas supuestas libertades me conviertan en un sujeto de derechos en igualdad de condiciones que un varón. Sin embargo, a la larga hemos sido expuestas a micromachismos a diario. Un ejemplo clásico, y que me pasó en un hotel extranjero manejado por occidentales, era la noche de celebración de Año Nuevo y esperábamos el turno en el bufet, mi esposo y yo, y me sirven una pieza de pollo grande y la de él era una pieza mediana, por lo que la señora dijo: “Si desean pueden cambiar platos”, a modo de comentario no solicitado, recordando que las piezas más grandes son para los hombres y no para las mujeres.
El micromachismo persigue el objetivo de garantizar el control sobre la mujer y perpetuar de una manera sutil la distribución injusta en derechos y oportunidades a las mujeres, y termino con la siguiente frase: “No me gusta el concepto micromachismos, porque hacemos creer que son inofensivos”, explica la activista y columnista colombiana Catalina Ruiz-Navarro, creadora del hashtag #MiPrimerAcoso.