La Vuelta a Guatemala por algo es considerada la fiesta del pueblo. El sacrificio de cada pedalista para ascender, las maniobras en los descensos vertiginosos y los ataques por ganar cada meta: de montaña, volante o final, terminan seduciendo y hacen que las personas se desentiendan de los pendientes para ver el paso de los hombres sobre sus caballos de acero y las llegadas triunfales.
La ronda equivale a un cambio brusco de aires y el mejor prototipo siempre ha sido el pueblo de San Pedro Sacatepéquez, San Marcos, que ayer volvió a dejar al mundo en segundo plano y armó la fiesta para recibir a los ciclistas con la puesta de globos, banderas marquenses en las calles y la tradicional lluvia de confeti en la meta final.
Es una celebración única, que arraiga, persuade y que ni en el Tour de Francia se observa. El primer pedalista en experimentar esa sensación en la etapa 7, fue el siempre incómodo y competitivo, Byron Guamá, del Team Ecuador, quien también registró su victoria 7 en los certámenes guatemaltecos.
Sí; Guamá, en la jornada 4, compartió honores con Álder Torres, ayer reclamó los focos y fue protagonista en las fugas del circuito de 116 kilómetros, entre San Pedro, Palo Gordo y la cabecera departamental de San Marcos. Llegó en solitario a la meta; sin embargo, el suéter de líder continúa en poder del quetzalteco Manuel Rodas.
Los colombianos Edson Álvarez y Salvador Moreno, complementaron el podio sudamericano, pero el ecuatoriano no solo se bañó de gloria por conquistar la largada, también del calor y la hospitalidad de la gente de San Marcos, que año con año encarna su pasión desenfrenada en una marea de confeti.
“Es la mejor etapa de esta Vuelta, por el recibimiento y apoyo de toda la gente. Todo corredor quiere conquistarla, el año anterior quedé tercero, pero anteriormente cuando salió de Xela para acá, la gané”, manifestó el triunfador y líder de metas volantes.