Viví 30 años en la zona 1 que es prácticamente toda mi vida. Para mí es normal caminar desde la casa al centro, porque a pesar de que ya se cuenta con un servicio de transmetro, se llega más rápido caminando que utilizando el transporte público. En este fin de semana largo decidí dar un paseo por el Mercado Central, caminando por la 6a. avenida A donde aún circulan buses rojos, pasó a la par mía el marero que pedía la extorsión a la unidad roja, y el ayudante comúnmente llamado “brocha” le dijo: “hoy no hay papá, lo siento”, y vino el extorsionista con tatuajes en el cuerpo y cara, vestido de jeans y una camisa blanca, sin mangas, saca una libreta y empezó a llamar en uno de los únicos teléfonos públicos que hay. Luego de pasar esa escena que para usted es tan inusual de peligro y de miedo, para muchos otros es la “cotidianidad” del día a día de la zona. Pasando el trago amargo, me dirijo a mi destino, buscando entre la diversidad de oferta me encuentro en un local preguntando por el precio de unos moros de madera tamaño mediano. La respuesta por uno sin rebaja fue de 275 quetzales, mientras paralelamente el comerciante hacía negocio con el señor artesano por unos caballos y venados de madera a 30 quetzales. Allí me doy cuenta que el que produce la artesanía la vende a precio de hambre, y cuando uno quiere adquirir la artesanía la venden 4 o 5 veces más caro, dejando una ganancia desproporcional al intermediario.
Y es cuando te preguntas ¿dónde están los espacios para apoyar a los verdaderos artesanos?, la zona 1 cambia, todo se quiere poner en su lugar de manera ordenada. Basta únicamente con salir del mercado y caminar en el estrecho paso atrás de la Catedral para darse cuenta que la calle es un sanitario público, y no digamos los productos de contrabando que se venden sin restricciones en los puestos informales. Como testigo de vida de la zona, puedo decir, que se ha hecho bastante por recuperar el sector, pero uno vuelve a toparse con esa realidad vista desde lo más alto, a través de nuevas ventanas a los techos del vecindario. Mayoritariamente estas casas en condiciones precarias son alquiladas, o muchas de ellas abandonadas por herencias intestadas. Haciendo alusión al libro Arreglando Ventanas Rotas por George L.Kelling y Catherine Coles, importa mucho la sociología urbana para reducir el vandalismo, y por ende, tener un impacto positivo en la erradicación de la criminalidad. Hagamos de la zona 1 un sector de inversión social, y cultural también, nos hemos olvidado de los espacios de recreación, y cultura. Termino parafraseando una canción del grupo de hip hop guatemalteco Bacteria Sound System “esto es lo que veo, cuando me paseo yo…”.