Por: Jessica Masaya Portocarrero
Aunque no soy muy dada a reunirme con otros escritores, de vez en cuando lo hago; más que todo por afecto.
Deberían tener un amigo escritor. Son geniales, a pesar de las “peculiaridades”: siempre tienen un tema de conversación interesante y un sentido del humor único, aunque debes estar dispuesto a oír acerca de proyectos en proceso.
Pero, hay otra manera de conocer a quienes viven inmersos en la escritura, y es por medio de actividades que los reúnen para compartir su trabajo y su pensar. Me alegra mucho que existan estos eventos, porque es una buena noticia que haya personas e instituciones interesadas en promover la literatura, no solo académicos y literatos, también lectores y aspirantes a escritores.
Este fin de semana que recién acaba participé en la XII Feria Internacional del Libro, en Lawrence, Massachusetts, Estados Unidos. Cada año la dedican a un país: en 2016 fue a Guatemala, y esta edición estuvo centrada en Colombia.
Gracias al apoyo de diversas entidades, que incluyen universidades y grupos religiosos, participan no solamente escritores locales, también invitados de distintos países del continente. De Guatemala estuvimos mi admirada Carolina Escobar Sarti y yo.
Entre paseos, charlas, lecturas y exposiciones transcurrió este evento que tiene como marco una nutrida comunidad latina. Lo que más rescato es la convivencia con muchas formas de ver el arte y la literatura, recordar que en nuestra amada y sufrida Latinoamérica las similitudes son muchas más que las diferencias. Descubrir que por esa razón, la vida de quien escribe es muy similar, en lo bueno y en lo difícil.
Algunos aconsejan ir a esas actividades y aprovechar los contactos para avanzar en tu carrera. Bueno, eso podría ser cierto, pero creo que más importante es conocer extraordinarios seres humanos y, quién sabe, conservarlos como amigos.
He viajado mucho como periodista y estaba acostumbrada a esa otra posición, como espectadora y con un papel inquisidor. Por primera vez viajé como escritora y me sentí nerviosa y algo insegura, pero me gustó. Me dejó muchas ganas de seguir escribiendo, al descubrir lo vital que es esta actividad humana, la literatura, para nuestros pueblos.
Amo el periodismo, lo he practicado por 14 años que me ha forjado como persona, y le tengo mucho agradecimiento. Pero, con su situación actual de recortes y poca independencia, que sería muy largo de discutir aquí, creo que en definitiva mi mejor opción, mi salvación, es volver a mi amor primario, a mi nave nodriza, a mi verdadera piel: la escritura.