La libertad es uno de los derechos fundamentales de la humanidad, el libertinaje es un abuso de ese recurso que hacemos los humanos. Basta con ingresar en cualquier momento a las redes sociales para darse cuenta cómo se trata o se insulta a personas, funcionarios y políticos. Se percibe una catarsis de frustración, una ventana de escape para gritar en silencio y que todo mundo escuche su voz por medio del texto virtual. Constante falta de respeto y ofensa a la dignidad de la persona. Lo que no pueden decir personalmente, por temor, cobardía o falta de personalidad, lo dicen escribiendo líneas cubiertas de palabras denigrantes.
Mucho se ha dicho hasta dónde termina el derecho de cada uno, pero al parecer se olvida constantemente. Desde el siglo XVII el gran político mexicano Benito Juárez dejó escrita la gran frase: “El respeto al derecho ajeno es la paz”. Cuatrocientos años después aún no hemos entendido la magnitud de esa expresión verbal. En los centros educativos se utilizaba mucho cuando alguien se sentía ofendido por otro compañero, lo único es que se deterioraba la forma de pronunciarlo y se decía: “El respeto al derecho ajeno es la conservación de las muelas”, era un tanto más agresiva al estilo guatemalteco.
En los años 30 del siglo pasado lograban circular periódicos de 4 páginas, impresos con linotipos (letra por letra, punto por punto hasta armar palabras, frases, oraciones y párrafos completos), fotos estampadas por medio de Cliché. En aquel tiempo nunca se pensó en la comunicación virtual, cibernética, que ha venido a darle inmediatez a la información, superando a la radio y televisión.
Es parte del avance científico, creado por la humanidad, que debería de ser imponente en su manifestación de logro y superación positiva, pero se está revirtiendo, esa libertad de expresión individual que debería de ser extraordinaria en su uso y manejo para el bien común, se ha prostituido por el libertinaje sin control de un marco legal, ha destruido vidas, hogares, gobiernos. En algunos países se han profundizado en la investigación que los ha llevado a tomar medidas drásticas para corregir el rumbo, que es lo que realmente se debería de hacer en nuestro medio.
Lamentablemente necesitamos de normas jurídicas que contribuyan al orden, al respeto entre los demás, a no rebasar la línea fronteriza en donde se termina el derecho de cada uno y principia el de los demás. Si entendiéramos eso último, no habría necesidad de tanta carga legal, que nos diga en letra muerta lo que no debemos hacer, y qué nos puede pasar si insistimos en hacerlo. Alguien me podría decir que no es el mundo de la tecnología y la vida cibernética el culpable, somos nosotros los mal educados, los que no hemos entendido el fin último de ese alcance de la comunicación.
Es cierto, lo acepto. Nos importa un carajo la moral social, no nos preocupa la ética individual y descuartizamos la imagen y la vida de una persona subiendo videos, fotos y escribiendo ocurrencias para que todo el mundo lo vea. Somos nosotros los responsables en el uso de una herramienta sin control. Pero, ¿qué sucedería si todo transcurriera sin las redes sociales como vivíamos en los años 50 y 60 del siglo pasado…?