Por: Jessica Masaya Portocarrero
El jueves se entregará a Francisco Alejandro Méndez el Premio Nacional de Literatura que lleva el nombre de Miguel Ángel Asturias, precisamente en el día en el que se cumplirán 118 años del nacimiento del escritor más reconocido de las letras guatemaltecas.
El único que ha rechazado este galardón desde 1988, que además de la distinción tiene un monto de dinero asignado para el ganador, fue Humberto Ak’abal en 2003.
Siendo un artista indígena, dijo que no le honraba recibir el premio porque llevaba el nombre de Asturias, quien escribió la polémica tesis El problema social del indio en 1923, cuando tenía 24 años. Con ella se graduó de abogado de la Universidad de San Carlos.
Es de considerar que el incipiente escritor, a quien le faltaban siete años para publicar su primer libro, era relativamente joven. Luego, también es de entender que hace 94 años Guatemala y el mundo en general eran diferentes. Es decir, hay que poner en contexto cómo nació la ahora infame tesis.
Opino que definitivamente lo que allí se dice, al verse con ojos de hoy, es indignante. “El indio es el prototipo del hombre antihigiénico, prueba de ello es la facilidad con que se propagan las enfermedades entre sus congéneres (…) El estancamiento en que se encuentra la raza indígena, su inmoralidad, su inacción, su rudo modo de pensar, tienen orígenes en la falta de corriente sanguínea que la impulse con vigoroso anhelo hacia el progreso”, escribió quien luego sería conocido por estar orgulloso de sus raíces.
Mas, ese era el pensamiento de la época. Es de reprochar que un pensador como él no quisiera salir de esa postura para pasar a otras más avanzadas. Quizá su único interés era graduarse por lo que no era su intención hacer “olas”, pero además, es muy probable que Asturias realmente pensara así. Triste es decir que casi 100 años después todavía hay quienes apoyan estas ideas.
El Gran Moyas logró salir de esa miope forma de ver a nuestra cultura con un antídoto que no falla: viajar. Cuentan que fue en Francia donde tuvo una especie de “despertar”, pues comprobó que Guatemala era valorada por su riquísima y ancestral cultura indígena. Es más, al ver que los europeos lo veían a él como un descendiente maya, en lugar de renegar de sus rasgos los abrazó totalmente.
Claro, la tesis estaba hecha y quedó para la posteridad. Entiendo y respeto el gesto de Ak’abal, pero también es de considerar que Asturias en todo caso fue alguien que luego comprendió su error y lo enmendó. Aunque es imposible saber si sus motivaciones eran sinceras o no, recordemos que al igual que todos nosotros era un ser imperfecto que fue evolucionando con los años.