Por: Alberto Andreu Pinillos, doctor en Economía y profesor asociado de la Facultad de Ciencias Económicas.
Para responder a la pregunta con la que titulo este artículo se pueden utilizar dos teorías. La primera, es la tradicional: Economía y Psicología tienen poco (o nada) en común, porque son dos disciplinas opuestas; (no olvidemos que todavía hoy seguimos enseñando –y aprendiendo– con la tradicional división entre ciencias y letras, entre personas y números… y así nos ha ido).
Sin embargo, Richard H. Thaler, profesor de la Booth School of Business, de la Universidad de Chicago, nos ha dado otra respuesta: Economía y Psicología están íntimamente relacionadas. Y, por establecer esa conexión, ha sido galardonado con el Premio Nobel de Economía de 2017. Thaler ha sido el primero en romper esa (hasta ahora) falsa suposición de que las decisiones económicas que tomamos las personas se mueven exclusivamente por criterios racionales, despersonalizados y egoístas, que buscan el rendimiento económico como único objetivo. Thaler ha roto la teoría económica clásica que, históricamente, pensaba que el comportamiento irracional es irrelevante en la economía.
Thaler, en una de sus obras fundamentales: “Todo lo que he aprendido con la psicología económica (Deusto), nos abre los ojos y nos dice que el factor imprevisible, aleatorio y emotivo que tenemos los seres humanos también es relevante para entender cómo las personas tomamos nuestras decisiones económicas. No hay más que salir a la calle (o mirarse uno a sí mismo en el espejo) para entender que las personas, para bien o para mal, no siempre decidimos conforme a criterios racionales, sino que, en muchas ocasiones, nos dejamos llevar por impulsos, por ‘deseos, valores, miedos, prejuicios o afectos”’. Este es el campo de estudio del profesor Thaler, campo que se ha dado en llamar la Psicología Económica.
Las investigaciones del profesor Thaler tienen ya múltiples aplicaciones prácticas. Pero ahora, en tiempos de Inteligencia Artificial y Big Data, permítanme una pregunta: ¿Qué inversor no quisiera contar con un algoritmo que sintetice el perfil de personas como Bill Gates, Steve Jobs o Elon Musk, y aplicarlo a esos nuevos emprendedores que se dirigen a ellos en busca de financiación para poner en marcha “esos proyectos imposibles en los que nadie, en su sano juicio, invertiría un euro? Imaginen ahora el potencial de los trabajos de Thaler y de la Psicología Económica.