El mexicano Guillermo del Toro bordó con La forma del agua, recién premiada con el León de Oro en Venecia, su primera cinta optimista, pero avisa de que su particular versión de la Bella y la Bestia no cree en princesas ni en monstruos arrepentidos.
“Poner a quien amas en un pedestal es un acto de crueldad”, indicó Del Toro, en un encuentro con periodistas hoy en París. “Si lo pones ahí, solo puede ir hacia una dirección: cuesta abajo”, dijo. Y es que su bella, interpretada por Sally Hawkins, es simplemente una mujer de la limpieza, muda, que trabaja en un laboratorio ultrasecreto del Gobierno de Estados Unidos y que se masturba cada mañana, toma su desayuno y encera sus zapatos antes de ir a trabajar.
La bestia, una criatura anfibia interpretada por Doug Jones, actor fetiche de Del Toro, conserva por su parte hasta el final sus impulsos violentos. “Encuentro horrible que la bestia se transforme en un príncipe, porque la esencia del amor no es el cambio, sino aceptar a alguien tal y como es”, dijo el cineasta.
Las figuras fantásticas son una especialidad del director de El laberinto del fauno y Hellboy, una afición que le viene desde pequeño.
Un niño extraño
“Yo mismo me sentía en mi infancia un niño extraño: extremadamente delgado, muy rubio e increíblemente tímido. Empecé a meterme en peleas y decidí ganar peso para poder defenderme”, explicó. Pero, en su filmografía, distingue entre las criaturas y los monstruos. Las primeras las filma con empatía y las segundas responden siempre a un ser humano, que acaba siendo el verdadero monstruo.
En su última película, se trata del director del laboratorio (Michael Shannon), un personaje sin escrúpulos que quiere acabar con la vida de la bestia. La cinta está ambientada en la Guerra Fría, que reproduce fielmente la estética de los años 60, pero no deja de ser un cuento de hadas con todos sus ingredientes, con guiños además a otras historias clásicas como La Bella Durmiente y Cenicienta.
Del Toro, quien vive en Estados Unidos, explicó que hasta ahora sus películas, entre las que destacan también Mimic y El espinazo del diablo, habían sido marcadamente sombrías, en torno a la pérdida y la nostalgia. “Es más fácil que tu arte sea aceptado si eres negativo, porque en ciertos círculos así te consideran listo. Por ejemplo, si dices que no crees en el amor, eres un filósofo. Si crees, eres un idiota”.
Por eso, La forma del agua implicó un mayor riesgo, pero la apuesta le dio fruto en su estreno en el Festival de Venecia, en el que el mes pasado obtuvo el máximo premio. El estreno en las salas de España está previsto para enero, y en América Latina se irá proyectando progresivamente en los próximos meses. “Es primera película adulta. Creo en la vida, el amor y el cine. Y prefiero decirlo a los 53 que a los 23, porque ahora puedo argumentarlo mejor”.